El chamo de Ocumare del Tuy, por Simón Boccanegra

Anoche, cuando entrevistaban a Guillén, al final del juego, y le pidieron que hablara en español para su país, apenas si atinó casi a musitar “Viva Venezuela”, con la garganta anudada y los ojos visiblemente aguados. Rápidamente apartó la cara de la cámara, como para que no lo vieran. El “loco” Guillén, el “duro”, el “malhablado”, el que le dice las cosas a quien sea “claro y raspao”, emocionado hasta las lágrimas recogió la emoción de todos los que amamos el beisbol. Más allá de las mil veces repetidas trivialidades sobre el primer latinoamericano en “managear” un equipo de Grandes Ligas y en llevarlo a la Serie Mundial, para ganarla, estaba la hazaña en un deporte como el del beisbol, que marca como pocas otras cosas la cultura popular venezolana y que tuvo a un compatriota como protagonista de excepción.
Raras veces es el manager quien acapara los titulares de prensa. Por lo general, es el gran jonronero o el de la gran atrapada, pero en este caso ha sido el estratega quien ha convocado los reflectores, y no sólo por su personalidad efervescente sino porque demostró hasta qué punto el de pelota es un juego cerebral y de finas intuiciones. Llevó a los Medias Blancas a ganar literalmente de punta a punta. Nunca estuvo abajo, ni en la temporada ni en los play-offsni en la final.
Armó un equipo en cierta forma a su imagen y semejanza y le puso el punto personal de inspiración necesario para ganar. No podía perder.