El chantaje, por Teodoro Petkoff
Chacumbele tiene que estar realmente muy preocupado por lo que pueda pasarle el 23N como para llegar a emplear argumentos tan verdaderamente truculentos como esos de que no le va a enviar dinero a las gobernaciones que gane la oposición o que va a expulsar del partido a los candidatos el PSUV que pierdan. Por supuesto, antes que nada, hay que tener claro que, respecto de lo primero, eso no es más que una forma de terrorismo verbal, dirigido a asustar al elector, obligándolo a pensar que si no vota por los candidatos del Gran Charlatán su estado o su municipio se va a quedar sin recursos. No hay, pues, que pararle a esas palabras, producto de la desazón que le produce saber que puede perder algunas posiciones muy importantes en gobernaciones y alcaldías. Sin embargo, sus frases merecen una consideración. Ellas ilustran muy apropiadamente la naturaleza anti-democrática del gamonal que gobierna. A ningún mandatario educado en las ideas de la democracia y del respeto a sus reglas de juego –entre otras, la fundamental, el acatamiento a las decisiones de la mayoría–, se le ocurriría chantajear de manera tan burda y tan brutal al electorado. ¿Puede alguien imaginarse a Lula extorsionando a los electores, en las recientes elecciones municipales de su país, con la amenaza de no enviar recursos a los alcaldes de partidos diferentes al suyo? Pero a Chacumbele la amenaza le sale de manera espontánea porque esa es su naturaleza. No cree en las leyes ni en la Constitución porque está en su estructura psicológica el desprecio por reglas y normas y por cualquier autoridad distinta a la suya.
Sabe que la Constitución dispone la figura del situado constitucional para los estados, sabe que la Ley de Asignaciones Especiales dispone la entrega de un porcentaje adicional de los ingresos petroleros a las gobernaciones y sabe que la Ley del Fides establece normas semejantes. Pero todo eso le importa un bledo.
Se cree por encima de la Constitución. De hecho, como muchos psicópatas, cree que su voluntad es la ley, y que esta debe ajustarse a su muy sobredimensionado ego. Sin embargo, si en Venezuela sobreviven aún formas democráticas, y Chacumbele no ha podido suprimirlas completamente, no es porque no haya tratado sino porque el país y su gente se lo han impedido. Las provocaciones de Chacumbele –vendrán más– tienen que servir de acicate para vencer el 23N en la mayor cantidad posible de gobernaciones y alcaldías. Vamos a ver cómo hará Chacumbele para pasar por encima de la decisión popular que lo coloque ante la realidad de un número de gobernadores y alcaldes que no formen parte de su rebaño. Cada provocación, cada amenaza, tienen que ser un llamado a redoblar el esfuerzo electoral. Hay que dejarlo lanzando palabras al viento.