El chavión en Johannesburgo, por Simón Boccanegra
En el aeropuerto de Johannesburgo se van alineando los aviones de los jefes de Estado y de gobierno que asisten a la Cumbre. El del primer ministro de Canadá (Grupo de los 8, ojo) es de la línea aérea comercial de su país. También algunos de otros jefes del Primer Mundo son comerciales. Como Bush no va, el sofisticadísimo Air Force One no se verá por allá. Tan sólo los jeques y emires del Golfo arriban en sus lujosas naves. No llaman la atención: todo el mundo está acostumbrado a esas muestras de ostentación y despilfarro. Los mandatarios del Grupo de los 77 llegan casi pidiendo cola. Menos el presidente actual de ese grupo de parias de la tierra. Este llega en un aparato que costó la fruslería de 70 millones de dólares, que es la envidia de los jeques. Bajará de la nave, será saludado, y luego subirá al podio para pronunciar un discurso contra el neoliberalismo salvaje y la corrupción, así como contra la inmoralidad de un mundo que va de cumbre en cumbre (de las que no pela una, sin embargo), mientras los pobres de la tierra van de abismo en abismo. Se retratará con Mandela, volverá al «chavión» y al país y discurseará de nuevo. ¿Sobre qué? Pues sobre lo mismo, sobre el drama de la pobreza.