El clan tradicional, por Gisela Ortega
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La salud psíquica, la paz y concordia de la humanidad no depende de los avances tecnológicos e innovaciones que vivimos, sino más bien de lo que ocurre en la sala de estar, en el comedor, la cocina, el dormitorio o el jardín de millones de hogares comunes y corrientes en todas partes del mundo; es decir de lo que se vivencia en las familias, desde la infancia hasta la vejez de sus integrantes.
En su evolución, desde las primeras formas de vida hasta la moderna, la familia, a través de la historia, ha experimentado grandes cambios en su estructura y funciones para enfocarse más en los lazos de parentesco y consanguinidad, adaptándose a los cambios sociales y culturales, manteniendo su importancia como espacio de desarrollo emocional y transmisor de valores e identidad.
En el pasado, La familia «antigua» se basaba en una estructura patriarcal, rural y con roles de género muy rígidos, El padre tenía la autoridad principal y los hijos y esposa le debían obediencia. El hombre trabajaba, mientras la mujer se encargaba del hogar, los hijos y la preparación de alimentos.
Actualmente es más humano, diverso y democrático, con tareas compartidas, mayor tolerancia, comunicación y una amplia gama de modelos de familia (uniparentales, ensambladas, parejas del mismo sexo, etc.). Prevalece la comunicación abierta, la tolerancia y la adaptación a las necesidades individuales de cada integrante Las tareas domésticas son más adaptables y se comparte la responsabilidad entre todos los miembros.
Los roles de género se han flexibilizado, con la mujer incorporada al mercado laboral y el hombre participando más en el hogar y el cuidado de los hijos. Se promueven la tolerancia, la comprensión, el respeto y el apoyo recíproco para generar lazos afectivos más sólidos, fomentando un ambiente más humano y con mayor independencia entre sus miembros.
La palabra «familia» proviene del latín «famulus», que originalmente se refería al conjunto de personas y esclavos que vivían bajo el mando de un señor. Se originó a partir de la necesidad de supervivencia y colaboración entre individuos, manifestándose inicialmente en clanes donde la solidaridad y la defensa eran primordiales.
En civilizaciones pretéritas, era una institución fundamental, a menudo marcada por el respeto a los padres y la influencia de figuras patriarcales, aunque también con ejemplos de relaciones familiares basadas en el miedo.
En Roma, se consideraba que el amor debía estar fuera del matrimonio, ya que las instituciones familiares no debían depender de las pasiones, según Cicerón.
Los padres recurrían a golpes para mantener la disciplina, pero la Revolución Francesa introdujo nuevas ideas sobre la autoridad y la libertad. Marcó en la Edad Moderna, un cambio significativo en la percepción de la familia y las relaciones familiares.
La familia, de acuerdo con la definición que entrega la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección del Estado, pero en rigor no hay consenso sobre la definición de la familia, jurídicamente está determinada por algunas leyes, y esta opinión suele darse en función de lo que cada legislación establece.
Las Naciones Unidas, considera a la familia como la unidad básica de la sociedad y un elemento fundamental para el desarrollo social, económico y cultural. Reconoce su importancia en la educación, el desarrollo personal y el bienestar de sus miembros, y promueve su protección y apoyo.
Sería difícil enumerar las instituciones que más influyen en determinar la forma de vivir de una sociedad. Pero sin ninguna duda la primera es el hogar. Todas las demás, la escuela, el sistema económico, el gobierno, incluso la iglesia, tienen sus bases en la fortaleza y virtudes enraizadas en la casa.
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Las investigaciones históricas muestran que la estructura familiar ha sufrido pocos cambios a causa de la emigración a las ciudades y de la industrialización. El núcleo hogareño era la unidad más común en la época preindustrial y aún sigue siendo la unidad básica de organización social en la mayor parte de las sociedades desarrolladas modernas. Sin embargo, la familia moderna ha variado, con respecto a su forma más tradicional, en cuanto a funciones, composición, ciclo de vida y rol de los padres.
Los afectos y el amor son fundamentales para el equilibrio y la sensatez del ser humano y es en el seno de la casa donde se desarrollan. La fortaleza de la parentela es fuente de energías emprendedoras.
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La familia ha sido el primer espacio de socialización, donde se aprenden valores, normas y roles sociales. Ha sido un refugio de apoyo emocional, ofreciendo protección, comprensión y afecto en momentos de alegría y dificultad. Transmite la cultura, las tradiciones y la historia familiar, creando un sentido de identidad y pertenencia.
Gisela Ortega es periodista.
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