El código Golinger, por Teodoro Petkoff

Nos sentimos obligados a traer a colación nuevamente el episodio de la “Comisión de Actividades AntiNorteamericanas” del Congreso de los Estados Unidos, que dirigió el senador Joseph McCarthy en los años 50 del siglo pasado, porque es imposible no asociarlo al protagonizado hace pocos días por la comisión de la Asamblea Nacional que resolvió citar ante ella a 33 periodistas “sospechosos” de “actividades antivenezolanas” —concepto ya establecido por Eva Golinger, sinónimo del macarthista “antinorteamericano” y para la cual expresar oposición al gobierno es ser “antivenezolano”. El formato es el mismo de McCarthy. Delatores proporcionaban a éste las listas de “sospechosos de actividades antiamericanas” y su comisión los sometía a juicios brutales, que a no pocos intelectuales y políticos norteamericanos enviaron a la cárcel y al exilio. Fue un periodo negro en la historia de los Estados Unidos, superado gracias a las gigantescas reservas democráticas de aquel país, que lograron, a la postre, derrotar al demencial senador, quien terminó alcoholizado y sumido en el desprecio.
Cuando se observa la actuación de esa delatora profesional, la supersapa Eva Golinger, junto a su adjunto, ese paradigma de la decencia y la integridad que se llama Mario Silva, viene inmediatamente a la memoria el recuerdo de una suerte de “operador político” de McCarthy, el abogado Roy Cohn, quien cumplía para aquél, el mismo rol repugnante que se ha autoasignado esta abogadita gringa en nuestro país —la cual, por lo visto, tiene una patente de corso para injerirse activamente, y no con meras opiniones, en nuestros asuntos. Por supuesto, Tascón, quien no contento con los “méritos” que hizo con su nauseabunda lista, ahora busca una nueva “condecoración” en el santoral del chavismo talibánico fungiendo de McCarthy tropical.
El objetivo que se persigue es el mismo que buscaba el senador gringo: intimidar, crear un ambiente de sospecha generalizado, estimular el sapeo y, en definitiva, atentar contra derechos fundamentales del ser humano como son los que se resumen en la capacidad de pensar con cabeza propia y en vivir la vida sin temor a la represión por razones políticas. El punto de partida de la investigación es terrible: Todo el que haya recibido y/o aceptado una invitación de organizaciones políticas y/o culturales norteamericanas está obligado a demostrar que no es agente de la CIA.
La carga de la prueba está invertida: son los periodistas quienes deben demostrar que son inocentes. Usted es culpable hasta que demuestre lo contrario. McCarthy no inventó nada. Copió el procedimiento de los totalitarismos del siglo XX, nazi-fascistas y comunistas, perfeccionados por el G-2 cubano y que, al parecer, han encontrado discípulos entre los sectores más rabiosos y atrasados del chavismo. Cómo habrá sido la cosa que Desirée Santos Amaral, vicepresidenta de la AN y periodista, y también el diputado Daniel Hernández se han sentido obligados a expresar sus reservas sobre la pertinencia de esa “investigación”.
Este es un juicio político, una cacería de brujas, dirigido contra los periodistas en general. Se pretende descalificarlos ( “antivenezolanos” ) y amedrentarlos con el estigma, que ya flota en el ambiente, de “traidores a la patria”. Este es un momento de definición.
Calársela no es una opción.