El comisario Farruco, por Simón Boccanegra
En los tiempos de José Stalin se hizo “célebre por su fama” un comisario de la cultura llamado Andrei Zhdanov. Fue el encargado de castrar la maravillosa explosión cultural y artística que acompañó los primeros años de la revolución bolchevique, que dio desde Eisenstein hasta Stanislavsky, pasando por Chagall, Kandinsky, Shostakovich, Tatlin, Mayakovsky, Esenin, Babel, Bulgakov e infinidad de otros grandes nombres que están en las raíces del arte moderno. Zhdanov fue el padre de esa gris y mediocre caricatura del arte que fue el realismo socialista. Era el encargado de definir que era lo “políticamente correcto” en la URSS staliniana, que nunca se pudo recuperar de esta monstruosa tentativa de crear por decreto y terror una cultura de régimen. Pues bien, aquí tenemos nuestro pichón de Zhdanov. Se llama Farruco Sesto, miembro de esa secta siniestra, de aprovechadores, arribistas y asaltantes del presupuesto en que ha devenido el PPT y que ahora ocupa el viceministerio de Cultura. Sesto vetó la participación de la obra del pintor Pedro Morales en la Bienal de Venecia “pues contiene elementos que agreden nuestra imagen como país”. ¿Querrá Farruco también hacerse célebre por la fama orwelliana de Gran Censor?