El consejero de Obama por Fernando Rodríguez

Como es sabido el Presidente venezolano no maneja el principio de no contradicción, codificado por los griegos hace casi 3 mil años (una afirmación y su negación no pueden ser verdaderas ambas al mismo tiempo y en el mismo sentido).
En el caso de la reelección de Obama, Hugo dijo que era igual quién ganara, tan imperialista uno como otro candidato y cosas por el estilo; para afirmar muy poco después que si él fuese gringo votaría por Barack y si éste fuese un afrodescendiente barloventeño (negro, se decía antes) lo haría por él en Venezuela y que añora futuras relaciones amistosas. Panas, pues.
Hay que recordar que los republicanos pusieron a circular tan inusitado mensaje, para asustar a algunos latinos mayameros, cosa que ya es un ritual en casi todas las elecciones continentales, estigmatizar a algún rival tildándolo de chavista y hacerlo sudar para quitarse el pavoso remoquete.
Reelecto Obama, Chávez le dio unos sanos consejos: que se ocupara de su maltrecho país, donde sus ciudadanos la están pasando muy mal y están muy polarizados, curioso diagnóstico sobre lo que algunos han llamado el más grande imperio de la historia humana, pero bueno, ya se sabe, solo los caribes son valientes. Y sobre todo que se dejara de esa manía de andar invadiendo o desestabilizando países por doquier. Que se enseriara, que no malgastara su voto imaginario.
Nosotros pensamos, especulando un poco, que en verdad El Prodigio de Sabaneta estaba en lo profundo de sí ligando que ganara Romney. Primero porque aun estando, convencionalmente hablando, en el otro extremo de los esquemas políticos ordinarios, no hay que olvidar aquello de que los extremos se tocan y al fin y al cabo los mandones se saben de una similar especie, los millones de muertos de Stalin se parecen bastante a los de Hitler.
Pero sobre todo Hugo debe añorar otra bestia como Bush que le permitió algunos momentos estelares como líder anti-imperialista, en otros tiempos en que logró hacer cierta bulla en la región.
Y debe estar consciente de que parte de la decadencia de sus delirantes aspiraciones a ser líder regional, y hasta planetario, se deben a ese señor que es probablemente el presidente más izquierdista que haya tenido Estados Unidos, quien ha hecho de la equidad el norte de la nación, le ha dado salud estatal a 40 millones de sus compatriotas, se ha hecho apóstol de las minorías excluidas y ha trocado paulatinamente el guerrerismo de su antecesor en diplomacia. Y que tiene una proyección internacional posiblemente tan grande como la que tiene en su país, porque además de su vocación social sabe manejar racional y sensatamente los asuntos de nación tan preeminente.
Y, encima de todo, lo ignora olímpicamente, apenas lo ha nombrado, y hasta lo considera un demagogo en absoluto peligroso con el cual se pueden hacer negocios cada vez más beneficiosos para su economía, como lo demuestra fehacientemente la última balanza comercial. Los consejos como que son, más bien, proyecciones y cochina envidia.
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