El conversatorio, por Laureano Márquez
El término está cada vez más de moda. Ahora no lo invitan a uno a dar conferencias, a realizar una exposición, sino a un «conversatorio». La palabra existe y no sé por qué a mí me suena como a confesionario. Según la Real Academia, es una mesa redonda de personas versadas en una materia y también una reunión concertada para tratar un tema.
Traigo el asunto a colación, porque el pasado miércoles mientras realizaba mi vigilia chatáinica entró una cadena con el susodicho, cuyas visitas al país son cada vez menos reseñadas por los medios de comunicación y uno a veces ni se entera de que llegó. La cadena era efectivamente un «conversatorio», porque había allí personas versadas y tocaban un tema en específico: el 11 de abril, en un intento de reconstruir la memoria histórica de lo acontecido. Aquello discurría en ánimo cordial y dicharachero, entre panas. Me faltaron como unos tequeños y una cremita de cebolla, de sobre, con pan tostado, un platico con rodajas de salchichón tipo milano y probablemente algo de queso amarillo picado en cuadritos y ensartado en palillos en la mesita de centro y, naturalmente, también un toque de esa espirituosidad tan nuestra con la que solemos relajar nuestros encuentros. La cadena iba, pues, en plan de veracidad y recuerdo.
Como siempre, como cada año, surgen elementos nuevos… todos hablaban, era pues un conversatorio: Coño, hermano, ¿te acuerdas que eran como las 9 cuando yo venía entrando y tú ibas de salida? No, no, comandante, no era así, yo venía entrando también, pero de retroceso para cuidar la retaguardia…
Que usted subió a cambiarse, a ponerse el uniforme, se acuerda que gritó: «¡Coño, ¿dónde están mis botas?!» No, chico, era «dónde están mis votos», porque aquello fue un golpe… ¡qué bolas el golpismo!…
Sinceramente…
Y a mí me encerraron en un baño de Fuerte Tiuna y yo veo que la puerta está abierta y salgo y me encuentro a Carmona rascao con unos generales… ¡qué riñones!… Yo hecho el pendejo me fui pegadito a la pared… Je je… y ni me vieron… con esa pea ni cuenta se dieron…
Generales bebiendo whisky… ¡qué horror! ¡Qué vergüenza! ¿Te acuerdas que yo estaba en la roca? ¿No era en la piedrita? No, chico, en la Roca…
Que en Maracay había un general… ¿cómo se llamaba, chico?… que el apellido comenzaba con B de burro…
Coño, no me acuerdo, comandante…
…chico, que yo le bauticé un muchacho…
Caramba, es que usted ha bautizado tanta gente…
Bueno, no importa… Me vino el personaje y no sé por qué… en fin…
Yo lo que recuerdo es cómo le disparaban a la gente que estaba en el puente…
Ah sí, los de la marcha…
Que de paso eran cuatro gatos los que venían en aquella marcha…
¿Cuatro gatos?… Yo diría cuatro ratas…
Jejejeje.
Jejejeje.
Jejejeje.
Jejejeje.
El caso, comandante-presidente-líder-máximo… es que comenzaron a regar el rumor de que usted había renunciado… Nosotros sabíamos que eso era imposible…
¿Quién se iba a creer eso? Por cierto, ¿alguien ha sabido algo de nuestro embajador en Portugal…? No sé por qué me acordé de él…
Me cuentan que ya habla portugués de corrido…
Sí, chico, el otro día me escribió un mensaje: «solicitooo-se-lhe a renúncia, a qual aceitou».
¿Y eso qué quiere decir? Yo no sé, comandante…
Bueno, ahora más tarde llamo a Lula y le pregunto… Bueno, que se quede por allá, que termine de aprender… el idioma, digo…
Es tarde, vale… mejor nos vamos a dormir…
Sí, mejor, mañana será otro día y podemos seguir recordando…