El crimen no paga, y menos si lo comete la policía
Este minicronista no puede comprender cómo hay gente tan miope que toma por «blandura» ante el crimen el enérgico repudio a los grupos de exterminio. La policía no existe para satisfacer la sed de venganza de una persona en particular, que puede sentir un fresquito cuando sabe de la muerte de un hampón que lo atracó, sino para reducir al mínimo la acción delictiva sobre el conjunto de la sociedad. Una policía de delincuentes no protege a la sociedad. Una policía educada en el respeto a la ley y a los derechos humanos es una policía más eficiente y por tanto su acción puede ser mucho más eficaz. Al contrario de lo que la estúpida consigna de «plomo al hampa» pareciera sugerir, la verdadera «dureza» contra el hampa sólo puede ser ejercida por una policía cuya eficacia está asegurada por miles de ojos y oídos de una comunidad que interactúa con gendarmes en los que confía. Si los percibe igual de peligrosos que los delincuentes, se inhibe y la delincuencia gana la batalla, así sean muertos centenares de hampones. La tolerancia de gobernadores, ministros y jefes policiales, así como de la opinión pública, frente a los grupos de exterminio, no ha achicado las fronteras del crimen sino que las ha expandido.