El «cubano feo», por Teodoro Petkoff
Una de las consecuencias lamentables de la intromisión cubano-fidelista en nuestro país, auspiciada por Chacumbele, es que los venezolanos estamos ya literalmente detestando no sólo a los agentes políticos cubanos que pululan entre nosotros sino a los propios cubanos en tanto que tales. Si ha habido dos pueblos identificados entre sí, son el venezolano y el cubiche. La idiosincrasia, los deportes, la música, la cultura, han sido ámbitos en los cuales tradicionalmente ambos pueblos se han sentido parte de la común casa caribeña. Pero eso ha venido cambiando y, desgraciadamente, para mal.
La arrogancia y la autosuficiencia que caracteriza a los funcionarios cubanos aquí presentes han venido reduciendo a escombros la vieja hermandad. Arrogancia y autosuficiencia, por cierto, completamente injustificadas, porque los funcionarios cubanos son representantes de un fracaso cósmico, de la bancarrota de un modelo político que no tiene nada que enseñarnos y al cual sólo la mente adolescente de Chacumbele continúa rindiendo pleitesía. La cosa llega a extremos tales que no hay rincón de la administración pública, cundido de «asesores» cubanos, donde no se expresen el hartazgo y el fastidio de sus colegas venezolanos. «Estoy hasta aquí de estos cubanos», nos decía en una oportunidad una comunicadora social, muy incuestionablemente chavista ella, que con el expresivo gesto de llevarse un dedo índice a la frente, no se cuidaba de ocultar el incordio en que para ella se han transformado los «internacionalistas» de la isla.
Cuando se creó la llamada «Bolivariana de Puertos», que centraliza todos los puertos del país, la gerencia fue entregada por este tipo que se la pasa hablando de soberanía, a los cubanos.
Uno de los agentes aduaneros expropiados trató de comunicarse con el burócrata cubano que asumió el mando. La respuesta, claramente audible a través de la puerta abierta, no pudo ser más grosera y ultrajante: «Dile a ese comemierda que no lo voy a recibir nunca, ni a él ni a su abogado». Este hijo-de-puta es precisamente ese ugly cuban, ese «cubano feo», que ha venido haciendo cada vez más impresentables y aborrecibles a sus compatriotas, antes tan queridos en este país.
La presencia de Ramiro Valdés fue sentida como una bofetada, como una vergüenza. No podemos transcribir, y mucho menos glosar, cosas que han sido dichas por oficiales de cuya lealtad Chacumbele no tendría razón alguna para dudar y que, sin embargo, utilizaron expresiones de muy subido tono para cuestionar esa «visita» que, por cierto fue de pisicorre, porque, aparentemente, el malestar que provocó lo hizo picar los cabos antes de lo que habría querido. Lo peor de todo es que esa presencia invasiva, que lesiona nuestra soberanía, es patrocinada por un presidente que se vanagloria de nacionalista. Ningún país del mundo entrega la administración de sus puertos y aeropuertos a extranjeros. Esas son consideradas en todas partes como áreas de seguridad de la nación. Sin embargo, Chacumbele no lo cree así y ha entregado los puertos a los cubanos. Por otro lado, cambió la Misión Militar gringa por una Misión Militar cubana. Esta es infinitamente más metiche que la primera.