El «culto a la personalidad», por Simón Boccanegra
En el diario VEA del 15 de enero pasado, sus páginas centrales estuvieron ocupadas por un fenomenal monumento de adulancia a Yo-ElSupremo. Trataré de describirlo. Traía cuatro fotos. Dos con reproducciones de cuadros de Simón Bolívar; uno, el de la Batalla de Araure y el otro con su efigie en uniforme de gala. Las otras dos eran, por supuesto, del Gran Capo en uniforme militar. Cada una de las de este último era un tercio más grande que las de El Libertador. Las fotos ocupaban las cuatro esquinas; las de Bolívar las dos de arriba y las de su reencarnación las dos de abajo. Toda la parte central de las dos páginas era de textos. Bajo el título de «Campaña Admirable 1813», se ponían dos breves citas de Bolívar y debajo de ellas, bajo el título de «Campaña Admirable 2010-2012», se podía leer una larga cita de una de las «Líneas de Chávez». El espacio dedicado al escrito de Chávez era exactamente el doble del otorgado a Bolívar. Esto es lo que los comunistas soviéticos, después que murió Stalin, denominaron «culto a la personalidad», eufemismo utilizado para condenar la asquerosa jaladera de bolas que acompañó el reinado de aquel siniestro personaje.
Pero la adulancia de masas no es un detalle más o menos pintoresco sino una muestra cabal de la putrefacción moral de un régimen. El Líder Máximo, que induce y acepta lisonjas y zalamerías, así como los acólitos que las prodigan, han hecho de la abyección un modo y un estilo de gobernar. El Líder Máximo quiebra moralmente a sus alabarderos y los reduce a la condición de perritos falderos o, más bien, de focas. Quiere hacer lo mismo con el pueblo entero. Pero aquí en este país no lo logrará jamás.
El espíritu de los venezolanos es demasiado libre.