El debut de Felipe Pérez, por Simón Boccanegra
Felipe Pérez dijo ayer, al juramentarse, una de esas cosas que, para bien o para mal, marcan indeleblemente una gestión. Crean eso que llaman una matriz de opinión. Felipe, mucho lo teme este minicronista, no se va a poder quitar la chapa de sus primeras citas citables: «Si todo el mundo cree que la cosa va a ir bien, la cosa va bien, y si todo el mundo cree que la cosa va a ir mal, la cosa va mal. No digan que la economía va hacia un desastre, no digan eso porque eso es un sacrilegio, un pecado contra el Espíritu Santo». Luego, pidió un acuerdo nacional para que todos digamos a coro, agarrados de la mano, que la economía va a ir bien. Como sustituto del espejismo giordaniano sobre el eje Orinoco-Apure, el método de Felipe para reactivar la economía tiene la ventaja de que es mucho más cómico. En el primer y segundo año de la Quinta, Felipe se la pasaba cazando apuestas públicas sobre el crecimiento de la economía (siempre optimistas), como su contribución particular para que la paloma del Espíritu Santo se posara sobre el hombro de Chávez y lo ayudara. Si en el Banco Central ofician unos babalaos, ¿por qué no un espiritista en Cordiplan?