El deslave institucional, por Simón Boccanegra

Nuestro Johnnie Walker, montado en su Airbus, se pasó esta vez más de cinco días fuera del país sin haber solicitado ni recibido la autorización de la Asamblea Nacional para tal efecto. No es mal de morirse, ciertamente, y atropellos a la legalidad mucho mayores han sido cometidos por Yo El Supremo.Pero esta formalidad, en apariencia insignificante, simboliza el respeto del mandatario al pueblo que lo eligió y a la nación a la cual gobierna. La Constitución le dice al Presidente que no puede ausentarse del país por un plazo mayor del establecido en ella, para hacer evidente que el cargo que ocupa no lo hace dueño del país y que para salir de él necesita la autorización de los representantes del pueblo que lo eligió. En democracia muchas veces la forma es el fondo. En la autocracia, las únicas formalidades válidas son las que impone la voluntad del autócrata. En la reforma constitucional clandestina que se adelanta bien podrían suprimir la norma que obliga al Presidente a solicitar autorización parlamentaria para ausentarse del país más allá de un lapso determinado. Un tipo tan ocupado en el plan galáctico de salvar al mundo del capitalismo no tiene tiempo ni cabeza para esos fastidiosos ritos de la democracia.