El despiporre, por Teodoro Petkoff
El Plan de Destrucción Nacional (PDN) que adelanta el gobierno de Chacumbele, avanza a paso de vencedores. No conforme con haber provocado la crisis del servicio eléctrico, no conforme con la destrucción del sistema de salud pública, no conforme con haber postrado la economía nacional, necesita, sin embargo, más plata, porque no le alcanza ni a 200 dólares el barril de petróleo.
El PDN exige financiamiento adicional porque Chacumbele todavía no ha terminado su obra destructiva. Por lo tanto, ahora el gobierno ha parido la idea de raspar la olla en el Banco Central, para poder financiar sus próximos disparates, entre ellos, en particular, su campaña electoral.
La reforma de la Ley del BCV está diseñada con el objetivo de que éste suministre el dinero que le haga falta a Chacumbele para sus delirios. Al aprobarse la reforma, podrá hacerlo sin inconvenientes, tirándose, de paso, una vez más, lo poco que queda del artículo 320 de la Constitución Nacional, el cual establece categóricamente que «el Banco Central de Venezuela no estará subordinado a directivas del Poder Ejecutivo y no podrá convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias».
De ahora en adelante, una vez que la Asamblea Nacional, después de un «profundo y enjundioso» debate, que puede prolongarse por… una hora, apruebe la reforma de marras, el BCV podrá financiar el déficit fiscal, así como cualquier otra ocurrencia de Hugo El Grande.
El precepto constitucional pretendía impedir que el Banco Central, mediante la emisión de dinero sin respaldo en divisas, y en cantidades muy superiores a las exigencias de la economía, proporcione plata al gobierno para cubrir huecos fiscales. La razón es fácil de comprender.
Ese dinero así emitido, llamado «inorgánico», amplía la capacidad de compra del público en una cantidad mucho mayor que la oferta de bienes y servicios, lo cual empuja los precios de éstos hacia arriba. El dinero inorgánico tiene, pues, una gran potencia inflacionaria. Como si ya no tuviéramos suficientes problemas con una inflación anual de 27%, ahora el PDN se propone elevarla aún más. El Gobierno tendrá más plata, sí, pero el precio de tal «logro» lo pagaremos todos con una vida más cara.
A tal fin, el déficit fiscal podrá ser cubierto, ahora dos veces al año, por aquella porción de las reservas internacionales que Chacumbele considere necesarias para ello. El BCV podrá darle bolívares a Pdvsa (e indirectamente, al gobierno) comprándole sus bonos. El BCV podrá, como ya lo hizo una vez pero ahora «legalmente», financiar proyectos públicos o privados –con dinero inorgánico, claro está–. Varias de las prácticas financieras que nos hicieron conocer una inflación de 50 y 60%, y hasta más (como el uso de las reservas, por ejemplo), retornan victoriosamente, y otras, ya adelantadas a la brava por Chacu, ahora son «legalizadas». El despiporre, pues; el propio desmadre.