El Día Después, por Simón Boccanegra
Ya a estas alturas hay que comenzar a pensar en The Day After, El Día Después -como en el título de aquella película apocalíptica sobre el día siguiente a un ataque atómico. No porque el 10D pueda equipararse a esa horrible pesadilla sino precisamente por lo contrario: porque ese día no se acaba Venezuela. El paro, obviamente, ya no puede detenerse. El Gobierno no abrió juego y el paro cogió vida propia. Esperemos que sea un buen ejercicio de civismo y que el Gobierno no extreme sus provocaciones, para que no haya nada que lamentar. Pero las leyes continuarán pendientes. Ayer, sin embargo, el Presidente admitió, por primera vez, que la Asamblea Nacional podría reformarlas. Eso sí, para que no queden dudas sobre la «autonomía» de la AN, advirtió que no le toquen la Ley de Tierras. Pero, aunque Chávez no quiera, la vida misma obligará a reformar casi todas esas leyes, porque buena parte de ellas son unos esperpentos literalmente inaplicables, comenzando por la Ley de Tierras. Tan sólo el desbarajuste que creará la eliminación del IAN y la creación del Instituto de Tierras dejará chiquitos los estropicios que la incompetencia gubernamental ha producido en Vargas.