El dilema de Manuel Rosales, por Simón Boccanegra

La gente discute si Manuel Rosales debe presentarse o no ante la jueza. El punto es que ya ese juicio tiene la sentencia lista y es condenatoria. Pedirle a Rosales que asista al tribunal equivale a haberle pedido a los perseguidos por Pérez Jiménez que se presentaran ante la Seguridad Nacional para «arreglar» su problema. No existe el más mínimo chance de que el alcalde de Maracaibo sea juzgado conforme a Derecho. Primero que nada, será detenido. No existe la más mínima posibilidad de que sea juzgado en libertad. Por otro lado, digan lo que digan él y sus abogados, la sentencia está cantada. En esas condiciones, ¿qué sentido tendría presentarse? Es difícil pedirle a alguien que se someta a un juicio a sabiendas de que, de todas-todas, lo esperan varios años de cárcel. En su caso se está ejerciendo una cobarde retaliación personal y su prisión es el resultado de una orden presidencial y no de un afán justiciero. Chávez lo quiere preso y en este sistema judicial no hay juez ni jueza que se atreva a contradecir una orden del Gran Capo. (Este minicronista estuvo la semana pasada en Brasil y pudo conversar con mucha gente. La idea de que en nuestro país estamos en tránsito de la «dicta» a la «dura» está muy extendida.
Nadie entiende cómo es que se pretende meter a la cárcel a quien fue el rival electoral de Chacumbele en 2006. El nombre de Mugabe saltaba a cada rato en las conversas). Toda la persecución desatada contra Rosales, el acoso y hostigamiento de que ha sido víctima, el coro miserable y abyecto de esbirros parlamentarios que se han prestado para fabricar la causa contra él y para lincharlo moral y políticamente, constituyen el preludio de la farsa judicial que se pretende montar contra él.
De modo que a estas alturas del juego, a este minicronista le luce que lo mejor que puede hacer Manuel Rosales es no facilitarle la tarea a sus verdugos. Eso sí, que no se deje agarrar.