El discreto encanto de la gasolina, por Simón Boccanegra
Extraño destino el de estos dos hombres, Pérez y Chávez. Se odian, pero pocos seres humanos son más parecidos entre sí que estos dos personajes. Delirantes, hipomaníacos, hiperquinéticos y dromómanos ambos, la pasión por la rimbombancia verbal les es común. Peritos y expertos en todas las artes y oficios, de todo hablan, y de Chávez también se puede decir lo que Gonzalo Barrios afirmara una vez de Pérez: le hace falta un poquito de ignorancia. El mismo afán de protagonismo planetario los abrasa y si Pérez aconsejaba a Kosyguin, Chávez hace lo mismo con Putin. Nacido en los tiempos de la estrategia Sur-Sur, el Grupo de los 15, del cual Chávez es presidente hoy, debe bastante al empeño y al compromiso de Pérez. La historia parece complacerse en estas inefables picardías. ¿Qué será lo que marea a algunos gobernantes de este país? Cuando comenzaba la explotación petrolera en Venezuela se decía que el olor a gasolina tenía poderes afrodisíacos, lo cual daba a los pocos dueños de automóviles un aura de imbatibles donjuanes. ¿Será el olor a gasolina lo que descoca a algunas personalidades y las hace delirar?