El «economista», por Teodoro Petkoff
Hubo una época reciente, cuando la economía conoció dos años de crecimiento negativo, medido por sendas caídas del PIB, en que Hugo Chávez sostuvo que había que revisar «eso del PIB» porque «esas son cifras y conceptos del capitalismo». No obstante, cuando el país salió de la recesión y lleva dos años consecutivos de crecimiento económico, es decir del PIB, Chávez ya no quiere revisar nada sino que asume estas «cifras del capitalismo» como válidas y no cesa de jactarse de un «crecimiento económico» que se debería a sus políticas económicas.
Sin embargo, la única política económica que ha implementado Chacumbele es la de destinar al gasto corriente y despilfarrando buena parte, el inmenso ingreso proveniente del petróleo. Esto ha colocado en circulación una enorme masa de bolívares, permitiendo incrementar el poder de compra de la población, es decir la demanda de bienes y servicios. Pero, ¿cómo ha sido atendida esa demanda? Con un incremento bárbaro de las importaciones, en particular de alimentos.
El «crecimiento económico» de estos dos años no ha sido, pues, resultado de un aumento de la producción «endógena» de bienes y servicios, la cual, por el contrario, ha caído en forma alarmante. Entre Chávez y Giordani han destruido una parte considerable del aparato productivo del país, tanto el privado como el público, por lo cual este no está en capacidad de responder a un estímulo que en todos lados forma parte de las medidas antirrecesivas de cajón: el aumento del gasto público.
En el sector manufacturero ha desaparecido la mitad de las empresas, masacrada por el cerco que le han tendido Chávez y Giordani con sus irracionales y arbitrarias expropiaciones y confiscaciones y con la persistente sobrevaluación de nuestra moneda.
De modo que producimos muy poco que no sea petróleo e importamos casi todo. Al mismo tiempo que destruye la manufactura, la «revolución» ha creado un vasto sector de importadores. De hecho, muchos antiguos industriales han trasladado su inversión a la importación. La «revolución», pues, ha estimulado un desarrollo económico «exógeno», es decir en los países de donde importamos lo que consumimos, de los cuales los más importantes son Estados Unidos vaya paradoja, China, y Brasil. Si desde hace un siglo somos rehenes del petróleo, Chávez ha llevado ahora esa dependencia a niveles demenciales.
Los precios del crudo vienen a ser la principal variable de la economía venezolana. En el corto plazo, todo depende, pues, del «estiércol del diablo», lo cual no ha obstado para que Chacumbele y varios de sus acólitos, en especial Alí Rodríguez, señalen como uno de nuestros males el rentismo, el mismo que ellos han elevado a cotas colosales. Es imposible no considerar esta «denuncia» como una muestra desaforada de cinismo.
Tiene el chavismo casi tres periodos presidenciales de los antiguos en el poder y sin embargo habla del rentismo en un tono de denuncia, como si todavía estuviéramos en 1999, con un Chacumbele apenas iniciando su mandato. Crecer económicamente, sin desarrollo, no es crecer sino engordar. Chacumbele ha hecho de Venezuela un país obeso.
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