El frente amplio, por Laureano Márquez
Autor: Laureano Márquez | @laureanomar
El Aula Magna es el corazón de nuestra primera casa de estudios. Allí, nuestras alegrías y tristezas se han dado cita a lo largo de la historia contemporánea del país. Es un espacio de la democracia y de la libertad, un lugar para la reflexión en todas sus formas. Por ello, su cielo está coronado por las nubes de Calder, porque nuestros pensamientos han de tener altura, nuestros ideales elevación. Un Pastor de Nubes se encuentra uno al salir del recinto, para que quien egresa no olvide –como dice el profesor José Rafael Herrera– que de allí se sale para ejercer el arduo, duro, pero infinitamente noble, oficio de pensar.
En este «abierto cabildo donde el pueblo redime su voz» como canta nuestro himno universitario, se han reunido esta semana amplios sectores de la vida nacional, en un frente que renueva nuestra esperanza en la Venezuela que merecemos y que vendrá, cuando los veinte bárbaros que se han cogido el país a punta de látigo y machete, para usar la imagen de Miguel Otero Silva, sean desplazados civilmente por el hombre justo que añoraba Vargas cuando está República nacía con el anhelo de la libertad.
Creo que de eso se trata el frente amplio y debemos saludarlo con la mejor disposición. En él están importantes sectores de la vida nacional: la academia, las iglesias, estudiantes, empresarios, sectores venidos del chavismo que entienden que la hora del cambio ha llegado.
No han faltado las descalificaciones de los guerreros de los 280 caracteres. Ojalá hubiese una fórmula matemática, como muchos ansían, para salir de esta locura. La realidad es que no hay un camino, que tenemos que construirlo en conjunto. La experiencia histórica muestra que cuando vastos sectores de la sociedad venezolana logran ponerse de acuerdo –sacrificando ambiciones en pro del destino común– la tiranía cesa. Tal fue el final de la dictadura perezjimenista.
Sobre estos misteriosos tiempos de desacuerdos globales, me llegó este texto que comparto con ustedes:
Ha nevado toda la noche. He aquí mi mañana:
08:00: hago un muñeco de nieve.
08:10: una feminista pasa y me pregunta por qué no hago también una muñeca de nieve.
08:15: entonces hago también una muñeca de nieve.
08:17: la canguro de los vecinos protesta porque le parece que el busto de la muñeca es demasiado voluptuoso.
08:20: la pareja gay del barrio se queja por qué, según ellos, debí haber hecho dos muñecos de nieve
08:25: los vegetarianos del No. 12 se quejan por la zanahoria que hace la nariz del muñeco: las verduras son comida y no deberían usarse para eso.
08:28: me tratan de racista porque la pareja es blanca.
08:31: los musulmanes de la acera de enfrente quieren que le ponga un pañuelo sobre la cabeza a la muñeca.
08:40: alguien llama a la policía, que envía una patrulla a ver qué pasa.
08:42: me dicen que debo quitar el palo de escoba que sostiene el muñeco, pues podría usarse como arma mortal.
08:45: me preguntan si sé la diferencia entre un muñeco de nieve y una muñeca de nieve, cuando respondo me acusan de «sexista».
08:52: mi celular es requisado y me llevan detenido.
09:00: hablaba en el telediario, por lo que sospechan que soy un terrorista que aprovecha el mal tiempo para provocar desórdenes públicos.
09:10: me preguntan si tengo cómplices.
09:29: un grupo yijadista desconocido reivindica la acción.
Esto, que alude al clima espiritual que hoy vive la vieja Europa, vale también para esta absoluta inconformidad con todo, que padece la oposición venezolana.
Un poquito de eso que los abuelos llamaban sindéresis es lo que nos falta y para alcanzarla debemos aceptar la invitación del pastor (de nubes), empinarnos por encima de nuestras apetencias y pensar.
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