El gasoducto del Sur fue otro delirio de Chávez

“Estamos hartos del mal servicio. Se supone que estamos en el municipio gasífero de Venezuela y ni siquiera son capaces de atender a los clientes” , expresó una vecina de Anaco, estado Anzoátegui, quien protestaba por el retraso en la entrega de las bombonas de gas, así como el sobre precio que tenía que pagar por la misma, pues estaba regulada en bs 20, pero se la cobraban en 300.
En el año 2005 el difunto expresidente Hugo Chávez le propuso a sus colegas Nestor Kichner y Luiz Ignacio Lula Da Silva, la construcción de un gasoducto que partiría desde Venezuela y llevaría este hidrocarburo hasta Buenos Aires con escala en diferentes ciudades brasileñas. Justamente de Anzoátegui se extraería buena parte de dicho combustible.
Pero ni llegó al país presidido hoy por Mauricio Macri ni Anaco tiene gas directo por tubería, algo que tendría un costo mucho menor que lo calculado para que los bonaerenses pudieran cocinar sus asados con gas venezolano, pues la inversión se estimaba entre 17 mil y 23 mil millones de dólares, que sería el costo de tender una tubería de 8 mil kilómetros que enlazaría a Venezuela, Brasil y Argentina.
DELIRIO GASEOSO
En diciembre de 2005, en el marco de la XXIX Cumbre del Mercado Común del Sur celebrada en Montevideo, los ministros de Energía de Argentina, Brasil y Venezuela suscribieron un Memorando de Entendimiento en Materia de Interconexión Gasífera, nombre demasiado largo y que luego rebautizado como gran gasoducto del sur, en enero de 2006 cuando se reunieron en Brasilia Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula Da Silva y el padre de la criatura Hugo Chávez.
Con la grandilocuencia que lo caracterizaba, el nativo de Sabaneta de Barinas dijo al momento de anunciar el gasoducto que “daremos a nuestros hermanos todo el gas que requieran, gas del bueno. Si no tienen dólares nos pueden pagar en ganado, leche, frijoles, coca, lo que tengan”.
El gasoducto partiría de Puerto Ordaz y la primera ciudad brasileña que tocaría sería Manaos. El mismo sería financiado por Pdvsa, la Corporación Andina de Fomento y la brasileña Caixa Económica Federal. El difunto expresdiente Chávez le dedicó un buen porcentaje de sus innumerables apariciones en los medios para hablar sobre las bondades del proyecto, al cual lo veía más como una iniciativa integradora que por sus particularidades económicas.
Año y medio después de que fuese anunciado el gasoducto no había avanzado ni un centímetro. Para mediados de 2007, el proyecto comenzó a dar demostraciones de que no iba a cuajar. En ese entonces su principal impulsor reconoció que la idea se había “congelado” y que era atacado por diversos sectores, aunque no mencionó a nadie en particular.
Sí expuso claramente cuál era su visión sobre el tema “el gasoducto no responde a cuestiones económicas, sino que es consecuencia del espíritu de solidaridad que alimenta a la revolución bolivariana. Si yo estuviese pensando en dinero, ni siquiera plantearía el Gasoducto del Sur. Nosotros sólo venderíamos el gas al precio a América del Norte“, expuso Chávez, quien agregó “pero no, somos bolivarianos, queremos compartir nuestra riqueza. Nunca venderíamos gas a Sudamérica al precio de los países desarrollados”.
Evidentemente otras personas no tenían el alma tan “generosa” como la del finado expresidente. Desde Petrobras, la petrolera brasileña, se puso en duda la posibilidad real de concretar la iniciativa. José Sergio Gabriell, su presidente para 2007, declaró que pasarían entre 25 y 30 años para que el gasoducto estuviera funcionando.
AHOGADOS EN GAS
En esas mismas declaraciones de 2007, Chávez afirmaba que Venezuela tiene, afortunadamente para América Latina, una de las reservas de gas más grandes del mundo, y a medida que perforamos, más gas va saliendo“, destacó. Y se arriesgó a decir: “Aquí hay gas para un siglo”.
Esa afirmación no es compartida por el experto petrolero y acérrimo adversario del proceso chavista Gustavo Coronel, quien en un artículo publicado en su blog en julio de 2011, cuando ya el proyecto había sido relegado al rincón de los olvidos por su principal promotor, que las razones de su no concreción eran varias.
La primera es que las reservas de gas de Venezuela no son tantas como para alimentar un proyecto de esa magnitud, pues buena parte de ellas están asociadas al petróleo y se utilizan para mantener la presión de los pozos. La segunda es que no había suficientes tuberías para enlazar los tres países. La tercera es que requería muchas estaciones de compresión. La cuarta que tendría que atravesar la Amazonía, con el rechazo que tan iniciativa iba a generar en los grupos ambientalistas de Brasil y del mundo.
La quinta objeción es quizás la más significativa: llevar el gas por dicha vía hasta Argentina era más costoso que hacerlo en buques como gas licuado, por lo que no era viable económicamente hablando, algo que seguramente alertó la directiva de Petrobras a Lula Da Silva, pero que ningún ejecutivo de Pdvsa fue capaz de poner sobre la mesa y así evitar que Chávez propusiera algo inviable.
Algo que parece tampoco hacen ahora los directivos de la petrolera venezolana con el presidente Nicolás Maduro, quien en noviembre de 2015 en la III Cumbre de Países Exportadores de Gas, celebrada en Teherán, aseguró que era necesario retomar el proyecto del gasoducto del sur.
No recordó que Venezuela no exporta gas, sino que lo ha tenido que importar de Colombia, y que sería más productivo para los venezolanos extender la red de gasoductos en las ciudades del país y olvidarse de delirios irrealizables.
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