El Gran embaucador, por Simón Boccanegra
Este Chacumbele en verdad no deja de sorprendernos con sus mentiras y manipulaciones. El pasado jueves, durante los actos de festejo de su cumpleaños, costeados por cierto con recursos del Estado, fustigó a los «morbosos de la oposición» que a su juicio han montado un show con el cáncer que padece, y exigió respeto a su delicada condición de salud.
Pero, esa misma tarde frente a sus seguidores, agolpados frente al balcón del pueblo, volvió a echar el cuento de su enfermedad, dramatizó con las sesiones de quimioterapia que le faltan y hasta se permitió hacer burlas de sí mismo al advertirles que no se asustaran si, por efecto del tratamiento, hasta pierda el cabello y la próxima vez que se aparezca en público, lo haga como el actor Yul Brynner.
Al día siguiente abomina de la camisa roja y del sectarismo de ciertos funcionarios de su gobierno, quienes a todo le quieren poner el remoquete «socialista». «¿Qué eso, que un alcalde nuestro inaugure una calle socialista?», recrimina el hombre que en 2007 felicitó al presidente de Pdvsa cuando les recordó a los empleados petroleros que debían ser «rojo-rojitos» si querían preservar sus puestos de trabajo.
Ahora, de camisa amarilla e imbuido de una «reflexión existencial», este egocéntrico incorregible y embaucador nos promete para después de 2012 una Venezuela reconciliada, pero no la de hoy: polarizada, no por culpa suya y de sus focas genuflexas, sino «por esa oposición enferma» que no se ríe de sus chistes y que no ha atendido a su llamado de diálogo.
Ciertamente que este personaje es un caradura («caretabla», dicen ahora los jóvenes) de marca mayor, a quien no se le puede mandar a comprar pan, porque es capaz de comerse el encargo y aparecerse después con la excusa de que se le perdió la plata en el camino, o lo asaltaron o que la panadería cerró.