El gran golpe, por Teodoro Petkoff
Lo que acaba de hacer el oficialismo, con el zarpazo a 5 mil millones de dólares de las reservas internacionales, sólo puede acentuar las distorsiones institucionales y macroeconómicas ya existentes en el país. Ha sido un mordisco, producto del hambre fiscal que ya arrasó con el Fondo de Estabilización Macroeconómica y que ahora quiere raspar la olla del BCV.
Puesto que se trata de dólares por los cuales ya el BCV había pagado su contravalor en bolívares (11 billones) y el gobierno no se los “devolverá”, de entrada el manotazo implica una pérdida patrimonial de esa magnitud para el instituto emisor, lo cual en la práctica supone una devaluación o más bien la amenaza de ella. Fruslería que, desde luego, poco preocupa a un gobierno que está empeñosamente dedicado a desarticular toda la institucionalidad del país, pero que afectará, sin duda, el manejo de la política monetaria y cambiaria.
Aunque, en el corto plazo, es poco probable que se produzcan presiones inflacionarias mayores que las ya existentes —que, por lo demás, no son pocas—, porque si bien esos 5 mil millones de dólares dejan sin respaldo la masa de bolívares equivalente, lo cierto es que el circulante de hoy descansa sobre 23 mil millones de dólares de reservas internacionales (el saldo después del trancazo), que constituyen un colchón suficientemente espeso para amortiguar los empujones sobre los precios. Por ahí no van los peligros inmediatos, aunque la velocidad del alza de precios pueda aumentar un tanto. Pero la profundización de mecanismos de manejo discrecional de fondos, sin control alguno, de modo prácticamente secreto, no sólo agravará los ya horribles robos de dineros públicos sino que consagrará dos esferas de gasto público: una “convencional”, expresada en el presupuesto de la nación, mal que bien discutido y aprobado por el Parlamento, y, en principio, “controlable”, y otra, del tipo “caja negra”, directamente manipulada por Chávez, al margen de todo escrutinio público –por mucho que ese zángano de Russián diga que va a vigilar “estrechamente” ese fondo. ¡Sí, hombre! No vigila el gasto ordinario y ahora quiere hacernos creer que le meterá el ojo a una plata que sólo manejará Chávez.
Dicho esto, conviene hacer una puntualización conceptual y formular una idea alternativa. Ciertamente, un país que está sometido a un aguacero colosal de petrodólares, no comete ningún exabrupto si se plantea el problema de no acumular indefinidamente reservas internacionales y procurar una utilización económicamente más eficiente para las divisas que sobrepasen un determinado monto óptimo de reservas, establecido de acuerdo con criterios objetivos. De hecho, el fundamento de un fondo de estabilización macroeconómica es precisamente el de acumular divisas en tal fondo, según una regla basada en un determinado nivel de precios del barril, a partir del cual los ingresos producidos se ahorran para cuando eventualmente llegue una época de vacas flacas. Pero ante una bonanza petrolera tan descomunal y tan prolongada lo apropiado sería crear un fondo de ahorro intergeneracional de manejo de activos y pasivos de la República, por el estilo del noruego. Un fondo de esta naturaleza se ocuparía de manejar activos y pasivos (por ejemplo, pagar deuda pública, incluyendo lo que se adeuda a los trabajadores del Estado), así como de acumular activos no petroleros y, finalmente, desempeñar el rol de fondo de estabilización. Por supuesto, una condición sine qua non para que esto funcione es domeñar la “voracidad fiscal”, esa forma de bulimia económica que agobia a los países petroleros como el nuestro, donde dólar que entra, dólar que se gasta sin tasa ni medida. Y además, hacerlo clara y abiertamente, conforme a las leyes y la Constitución. Que es exactamente lo que no ha ocurrido.
Sin embargo, no vale la pena insistir en la violación de la Constitución implícita en la ley recién aprobada. Ya la pobre está tan prostituida que el cognomento de “bicha”, que quiso ser coloquial y hasta cariñoso, con el cual la apeló Chávez, ahora posee su plena significación de trotacalles.