«El hombre más generoso del mundo», por Simón Boccanegra

Si me coloco en los zapatos de los mandatarios de los países caribeños que asistieron a Puerto La Cruz puedo entender por qué prácticamente todos suscribieron esa especie de carta de intención que supuestamente crea Petrocaribe. Cuando los precios del crudo se acercan a los confines de la galaxia, una oferta como la venezolana resulta por demás atractiva para esas pequeñas economías que dependen totalmente de petróleo importado. Puedo entender también la reticencia de TrinidadTobago. Produce petróleo y gas y ha venido siendo el principal suplidor de los países insulares y, por supuesto, no está en condiciones de equiparar la oferta venezolana, de modo que podría resultar gravemente afectado en sus intereses comerciales. Desde luego, la hoy arrogante diplomacia venezolana no se había molestado en discutir previamente el proyecto sino que lo lanzó sobre la mesa sin anestesia.Tómenlo o déjenlo. No se acordaron de que Trinidad tiene también intereses petroleros y pelaron bola (La Celestina de Carmelitas se apresuró a decir que eso era una muestra de democracia, porque revelaba que no era un acuerdo amarrado previamente. Esa cara de momia, petrificada por mil cirugías, resiste ya cualquier acto de cinismo). Pero, colocándome también en los zapatos de todos esos jefes de Estado y de gobierno, yo pediría una cláusula en el contrato que asegure que Venezuela no podrá jamás condicionar el negocio a exigencias de tipo político. Porque si yo fuera primer ministro de Saint Kitts o de Grenada, por ejemplo, me acordaría de que “el hombre más generoso del mundo” (Fidel dixit, en ese operativo permanente que tiene de masajear el ego del venadito que enlazó hace años) le cortó el flujo de petróleo a Dominicana por un pleito político con su anterior gobierno y amenazó con lo mismo a Costa Rica, también por razones políticas.Yo recordaría, entonces, que “el hombre más generoso del mundo” se comporta igualito que Bush: no tiene amigos ni enemigos sino intereses. La “generosidad” (que en abstracto, obviamente, lo es) podría tener uñas muy afiladas.