El hombre que escupía, por Marisa Iturriza
Mail: [email protected]
Como la mano derecha está enyesada, el índice de la izquierda trabajosamente teclea que el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, se conmemora la masacre que –según la historia– fue ordenada por Herodes para “ejecutar” a los menores de dos años nacidos en Belén pero, a pesar de lo desacreditado que él quedó por eso, lo lamentable es que, bajo otros gobiernos, hoy miles de niños aún mueren por hambre, desnutrición, abandono, exilio, violencia, inseguridad, enfermedad, falta de vacunas, de higiene, de trasplantes, de escolaridad, lo que todavía debe impulsar el eterno anhelo de Justicia, Salud y Bienestar para todos.
Un 28 como ese, de hace muchísimos años, sentada en un escalón del porche de la desaparecida quintica en donde estaba invitada en esos días –ubicada en lo que ahora es la avenida El Rosario de Los Chorros–, pasó ese autobús de los de antes. Al atravesar la curva del puente, el colector, que era quien cobraba, con su brazo tenso, iba colgado en la puerta hacia afuera, de pie, muy derecho y –en ese momento– ¡escupió! No un salivazo cualquiera sino uno que para mis más de cinco años, cercanos a los siete, era como de dos metros, y constituyó una hazaña que me enamoró inmediatamente y, si me lo hubiera pedido, hasta le hubiera regalado mi muñeca favorita, de lo cual por supuesto que nunca se enteró. Intenté inútilmente imitar la hazaña, pero mamá se enojaba por lo de las franelas babeadas y me dejé de eso.
*Lea también: Sentimiento de dolor, por Marcial Fonseca
Cuando el amor llega así, de esta manera, uno no tiene la culpa (Simón Díaz) La experiencia de ese inocente enamoramiento preescolar me permite compadecer lo que a un bisoño líder local pudo sucederle ante un famoso y astuto veterano, omnipotente en su porción de tierra rodeada de agua y tiburones por todas partes, y por lo que con lo que nada cuesta hagamos fiesta, embelesado decidió compensarle con mucho más de lo que el susodicho no pudo sacarle al máximo funcionario local durante la visita efectuada tras su triunfo insular, tal como la niñita que impulsivamente quizás le hubiera regalado (probablemente no) su muñeca a El hombre que escupía.
¡Año en cuya gran puerta abierta yo canto!
(Walt Whitman)
Feliz Año 2022
AMÉN
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo