El honor es su divisa, por Simón Boccanegra
Esto de la Ley Seca fue la pura venta del diván. Ahora, como dijera muy ocurrentemente Milagros Socorro en su columna de ayer, el año que viene prohíban la circulación de vehículos en Semana Santa y segurito que se acabarán los accidentes viales.
Pero lo que pasó con la prohibición de la caña inmortalizará a Pedro Carreño. Eso sí, si vuelven con eso el año próximo van a tener que poner al Frente Francisco de Miranda a dictar cursillos de emergencia para formar rápidamente al “hombre nuevo”, porque con el “viejo” no hay vida para el puritanismo y la austeridad. Entre las miles de anécdotas divertidas que produjo el carreñazo, hay una de Margarita que es mejor que un tratado de sociología venezolana. En una licorería, cuya santamaría estaba cerrada, en estricta obediencia a Pedro Carreño, por la parte de atrás había, sin embargo, un enorme bululú, con decenas de personas comprando caña y siendo solícitamente atendidas por el dueño del negocio y sus dependientes. El orden en la cola lo cuidaba un mulato bonachón, en la manga de cuya camisa verde oliva, de camuflaje, se podía distinguir, en letras amarillas, la famosa frase: “El honor es su divisa”.