El juego siguió, por Simón Boccanegra

Autor: Simón Boccanegra
En un nuevo abuso de poder, rompiendo con toda la normativa militar, Chávez anda ahora de cuartel en cuartel tratando de ganar adeptos para su estrambótica teoría de que él podría desconocer una decisión del árbitro electoral si ésta no es de su agrado. Resulta, pues, que un oficial no puede firmar una solicitud de referendo, pero el Presidente sí puede desplazarse por los cuarteles predicando a la oficialidad nada menos que el derecho a alzarse contra las instituciones. Perro que come manteca mete la lengua en tapara. Nuestro golpista del 4F permanece irreductible. Para respaldar su discurso apeló a una anécdota beisbolera de sus tiempos de pelotero militar. Con tres en base habría sido ponchado sin tirarle, con una bola que él consideró mala. Se enfrentó al umpire, un mayor, colocó el bate en el suelo y dijo que no jugaba más. «¿Cómo respetar a un umpire así?», preguntó de manera retórica a su seguramente asombrada audiencia militar. Lo que no contó Chávez es qué fue lo que pasó después de su pataleta. Cierto, él se fue, pero el juego siguió. Nadie lo acompañó en su «rebelión» contra el árbitro. Si se le ocurriera hacer algo parecido ahora, el juego también seguirá.