El miedo, por Simón Boccanegra
Hace poco, mientras recogía mi desayuno en el buffet de un hotel de la capital, una voz, detrás de mí, murmuró algo así como “No voltees. No creas que te abandoné, pero me tienen muy vigilado”. Al volver a mi mesa, reconocí en otra a un antiguo amigo, ejecutivo de Pdvsa, chavista, que todavía hasta 2003 solía conversar conmigo de vez en cuando. Después del paro no lo volví a ver más. Explicaba la razón de su desaparición. El miedo. En el motel Los Guasimitos, a la entrada de la ciudad de Barinas, un conocido mío, que se quedó en una de sus habitaciones, preguntó por qué en el televisor no podía sintonizar a Globovisión (por cable, claro está). El encargado le respondió que en ese establecimiento estaba prohibido ver este canal. Bajando el tono, añadió que no es que el dueño fuera chavista sino que… usted comprende. El miedo. En una de las librerías del aeropuerto nacional de Maiquetía pedí un ejemplar de TalCual. Una joven damita que atendía el negocio me informó que allí no vendían este periódico.
Pregunté por qué. Me dijo que algo que denominó “un círculo bolivariano” del aeropuerto les había “prohibido” vender TalCual. El miedo. Pero, no todo el mundo está asustado. El otro día, uno de los empleados de Identificación, esta vez en el aeropuerto internacional de Maiquetía, me dijo, con sorna, en voz alta y junto a varios de sus compañeros: “Bueno, ¿y cuándo salimos de este loco?”. No tenía miedo. Mientras quede gente así, hay vida.