El misterio de Chávez, por Simón Boccanegra

La suspensión de la cumbre latino-caribeña, prevista para el 6 de julio, en Margarita, revela, ya meridianamente a pesar del absurdo silencio informativo, que lo de Chávez no es propiamente una gripecita. Cancelar una reunión, que para la política exterior de Chávez es de importancia capital, muestra que no está en capacidad de asumir durante dos días la conducción de los debates, que, obviamente, le salía como anfitrión.
Sin hablar de que su propia intervención, seguramente tan profusa como siempre, interrumpiendo a los demás, comentando otras intervenciones y hablando más de la cuenta, no la aguantaría en sus condiciones actuales. De hecho, como comentara jocosamente Pepe Mujica, presidente de Uruguay, Fidel tiene «secuestrado a Chávez para que cumpla con el tratamiento», que, al decir del comunicado de la Cancillería es «muy estricto». De modo que lo del regreso del Presidente entra en la dimensión desconocida.
Volverá cuando Fidel lo autorice. No es muy probable, aunque se trata de actos distintos y éste menos exigente físicamente, que Chávez vaya a estar presente en el desfile del 5 de Julio. El destino se permitió con él una jugarreta casi cruel; doce años estuvo pensando y hablando de los festejos del bicentenario, que soñaba con presidir, para que a la hora de la verdad su cuerpo no le permitiera hacerlo. Pero toda esta situación ha planteado un tema muy importante. En la Constitución está claramente tipificada la «falta absoluta» del Presidente, y lo que habría que hacer en ese caso, pero la «falta temporal» ni siquiera se define. En este caso se puede inferir que una ausencia de noventa días, prorrogables por noventa más, daría pie para considerar falta absoluta. Por ahora, pues, no hay «falta absoluta» y parece no haberla tampoco «temporal». Cuando Fidel le permita regresar, sabremos a qué atenernos, porque tal vez entonces pueda ser despejado el misterio del mal que lo aqueja y de su perspectiva.