El nombre de las cosas, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Cuenta un tuitero que cuando una app de Google le comunicó que estaba entrando a la autopista Gran Cacique Guaicaipuro, jefe de jefes, le dio primero un soponcio seguido luego de una sensación horrible de estar perdido en tiempo y espacio. Sin embargo, se repuso y rebautizó la autopista a su original Francisco Fajardo, sin pensar en más nada. Pero una cosa es estar acostumbrado a que los nombres los cambien con frecuencia y otra que el razonamiento implícito en este cambio parezca carecer completamente de sentido.
Por ejemplo, ¿por qué Guaicaipuro sí y Francisco Fajardo no? ¿Será una razón parecida a haber cambiado el nombre del Día de la Raza por el Día de la Resistencia Indígena? Porque si a ver vamos, el Día de la Raza tiene cierta base, una mezcla de razas, muy positiva por cierto, pero no hay pruebas fehacientes con respecto a una posible resistencia indígena, aparte unos pocos focos aquí y allá. Los cambios de nombre generan confusión, sensación de pánico y orfandad y mucho gasto inútil.
Algunas personas interesadas en estos temas han llegado a contar hasta 60 cambios de nombre. Eso sin contar que todos los ministerios llevan al comienzo –aunque esto no se use casi nunca – la misteriosa designación del Poder Popular de tal o cual cosa. ¿Qué tanto podrá ser el poder popular en un país donde abundan las protestas populares? Según el OVCS hubo hasta 2.677 protestas en los primeros cuatro meses del 2022, 30% más que el mismo período del año 2021. ¿Qué nos indica todo eso? ¿Un partido unido a punto de extinción? ¿Una especie humana a punto de desaparecer? ¿Nos hemos vuelto neandertales? ¿O más bien ha vuelto el Golem?
No podemos dejar de recordar El Golem de Jorge Luis Borges, del cual repetimos solo las primeras estrofas,
Si, (como afirma el griego en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo
A Borges le fascinaba la idea del golem, las reminiscencias de su creación en Praga. Su ser que presentaba ventajas y desventajas, es fuerte pero no es inteligente, no puede hablar, ni tan siquiera tiene alma, pero obedece órdenes. Además si se le borra la letra alef de su frente puede ser desactivado. Para hacerlo funcionar basta meterle una orden en la boca o en cualquier otro orificio. Borges aseguraba haber aprendido alemán leyendo, con la ayuda de un diccionario, la obra El Golem de Gustav Meyrink.
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Indudablemente, la idea del Golem es precursora de la creación de un robot y en paralelo también, de la utilización de seres humanos que ni sienten, ni piensan. Ese es quizás el retrato más descarnado de una sociedad donde no caben los niños pobres. ¿Cómo explicar de otra manera que unos niños vayan de excursión en una fecha en que en otro ambiente, en otro país, irían a un colegio, y quizás también a alguna facilidad deportiva, a una laguna que no es más que un pozo profundo de corrientes encontradas?
Uno de esos niños, Santiago Fisher, se ahogó en esa laguna un día martes y fue sacado el día miércoles, 28 de septiembre por unos buzos. No sabía nadar.Tenía, como en reposo, una cara muy dulce y bonita. Si los funcionarios que se encargan con tanto entusiasmo de cambiar nombres por aquí y por allá pensaran un poco más en nuestros niños, estuviera vivo todavía. ¿Robots? ¿Cabezas Huecas?
La Laguna Negra está creciendo aceleradamente, alimentada por las aguas que salen de las alcantarillas que se vierten en la bajada de la Avenida La Guairita cuando sale de Guaicay y se enfila hacia la calle Boulevard, dirección La Bonita.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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