El ojo de Lucas, por Simón Boccanegra
Con esa habilidad florentina que ya todo el mundo le reconoce, ayer volvió a hablar Lucas Rincón. De nuevo perdió una brillante oportunidad de quedarse callado. Quiso dar seguridad y lo que hizo fue crear desasosiego. Dijo que las autoridades garantizan los derechos de todos pero pidió a los padres que no enviaran los hijos a la escuela. Dijo que la oposición tiene derecho a reunirse pero que mejor era que no lo hiciera. En fin, mostró la misma coherencia de pensamiento del día aquel en que puso al renunciante a aceptar su propia renuncia. Pero lo mejor lo dejó para el final. Hizo el dramático anuncio de que su despacho había decomisado «armas» en la redoma de Petare y, triunfalmente, colocó ante las cámaras el peligroso objeto. Este minicronista, a quien la edad ya tiene medio cegato, no pudo distinguir si se trataba de una hojilla o de una navajita, tan insignificante fue el objeto que enseñó. Lucas no vio ni ve los largos fusiles ni las metralletas de los guardianes de la revolución en el 23 de Enero pero con ojo que envidiaría Águila Uno logró distinguir y decomisar la mortífera tachuela que orgullosamente exhibió.
Sin duda, en sus manos la República está segura.