El otro reto democrático, por Luis Ernesto Aparicio
En nuestros tiempos, la democracia, no solo debe soportar los muy distinguidos ataques y violaciones por parte de diferentes autócratas –de derechas o izquierdas– que aún se mantienen aferrados al control y poder en diferentes países. A esto, hoy día, se suma otro que no deja de ser tan peligroso. Se trata de una, aparentemente simpática, nueva versión del conservadurismo: la extrema derecha.
Ante el terreno que se abre en los sistemas democráticos, la ultraderecha concentra sus esfuerzos en aprovechar estos espacios hasta obtener los réditos perseguidos y así sustituirlos por un pasado que el mundo moderno ha dejado atrás. Volver a los sistemas de control enfatizando en la exagerada identidad nacional y cultural, a menudo de forma exclusivista y xenófoba, es uno de sus planes inmediatos.
No obstante, siempre queda un resquicio por el cual, todo aquel que se aprecie como demócrata, debe entrar e intentar frenar los ataques a la democracia y al fantasma de los sistemas de gobiernos que imperaron durante viejas dictaduras, y que ahora, con nuevas herramientas y recursos, pretenden perfeccionar.
*Lea también: En busca de la centralidad política, por Luis Ernesto Aparicio
En ese sentido, se hace imperativo el comprender de que se trata el riesgo que corre la democracia al ver y escuchar, por ejemplo, los discursos de un evento que les reunión en España; algo que llamaron Viva24 y en donde se citaron varios de los protagonistas del acoso y antagonismo a la democracia en el mundo. Allí dejaron, por la libre, a unos de sus «peones» favoritos para que dijera las mismas mentiras que ellos viven proclamando en el mundo, todas contra la democracia, las libertades humanas y aquellos que se atreven a defenderles.
Estos señores, que despierta una incomprensible admiración –por descuido y malas praxis de quienes gobiernan o han gobernado– por muy buena parte de la humanidad, como dije, acuden al discurso extremo, sobre todo hacia lo nacional, utilizando un lenguaje simplista y exaltado para apelar a las emociones y resentimientos del electorado, sobre todo utilizando la máxima de: “la culpa es de los otros”.
Por esas circunstancias y ante la desidia de algunos gobernantes, el extremismo de derecha defiende un gobierno fuerte y centralizado, sobre todo con alguna persona al mando que sea por demás carismático y creíble, aunque viva confundiendo la realidad con sus fantasías mesiánicas. Debe, además, cuestionar a las instituciones democráticas y valores liberales, como la libertad de expresión y la protección de las minorías.
Esos mismos del mencionado acto, y otros que faltaron a la cita pero que se han convertido en altaneros en sus prédicas evangelizadoras en contra de los derechos de las mujeres y la diversidad de género, buscan debilitar la independencia del poder judicial, la libertad de prensa y los organismos electorales, tal y como se experimenta en Venezuela, Nicaragua y algunos países poderosos.
Dentro de su manual de actuación, crean un clima de división y hostilidad entre los ciudadanos, dificultando el diálogo y la cooperación política en beneficio del país, creando bochornosos espectáculos en donde se juega con las emociones, renovando las viejas y superadas discusiones del honor y la igualdad.
Pero ¿qué se puede hacer para frenarles?, la primera de las tareas es la promoción de la educación cívica. Es decir, educar a los ciudadanos sobre los valores democráticos y los peligros que esconde consigo el extremismo. Además, hay que fortalecer las instituciones democráticas, defendiendo la independencia del poder judicial y la libertad de prensa, blanco favorito de extremistas.
Nos toca a los ciudadanos amantes de la libertad, combatir la discriminación y el odio que se promueven desde los espacios ultraderechistas, para proteger a las minorías, promoviendo la tolerancia y el respeto mutuo, como contraparte a la oferta antiemigrante y de fuerza violatoria de los derechos humanos y la justicia social.
En resumen, lo que se juega en las tantas elecciones de este 2024 en todo el mundo, no es lo simple de votar por una mujer o un hombre, es la democracia misma. Y si bien es cierto que ella no es un sistema estático, requiere un constante esfuerzo para defenderla y fortalecerla. Por ello, la participación ciudadana, el activismo y la defensa de los valores democráticos son fundamentales para enfrentar el auge de la extrema derecha y proteger las libertades que tanto han costado.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo