El paquetico, por Teodoro Petkoff

Después de un recorrido por la Isla de la Fantasía, hablando de todo lo que debió haber hecho en estos diez años y no hizo, y prometiéndolo otra vez «para mañana», el hombre entró en materia. En términos beisboleros lo que soltó fue un «podrido», un rolincito al pitcher. Entre la opción del paquete y los paqueticos, escogió la segunda, es decir, la peor, después de la de no hacer nada, que es la de medidas por cuentagotas, inconexas e incoherentes.
La más importante que anunció es clásicamente fondomonetarista: reducir el gasto público. Exactamente lo opuesto de lo que aconsejaría una óptica dirigida a salvaguardar los intereses populares. Cuando todo indica que la economía está entrando en declive, recortar el gasto es profundizar los factores recesivos. La horrible falta de previsión que llevó a comerse las vacas gordas y a no guardar nada para cuando llegaran las flacas, agarra al gobierno con las posaderas en dos manos. Destruyó el Fondo de Estabilización Macroeconómica, pasó al Fonden todos los ingresos extraordinarios y los despilfarró. ¿De dónde saca Alí Rodríguez que en el Fonden hay 57 millardos de dólares? O lo engañan o nos quiere engañar. La reducción del gasto, en términos reales es muy grande. Con respecto a lo ejecutado del presupuesto oficial de 2008 y del paralelo (Fonden), el recorte anda por los alrededores del 30% del PIB. Eso lo va a pagar el país en términos de una fuerte caída de éste.
Pero, puesto que lo de los 57 millardos del Fonden es pura coba, además de reducir el gasto, Chacumbele apela, además, a una jugada que en otra época habría denunciado como «neoliberal»: subir el IVA. Como esta alza no forma parte de un combo (utilicemos una palabra que a lo mejor no le produce tanta piquiña a Chacumbele), producirá un daño colateral: más inflación. Además, para remendar un capote que él mismo desgarró con su ignara política económica, y tal como cualquiera de los gobiernos que lo antecedieron hiciera, va a incrementar la deuda pública este año en 34 mil millones de bolívares, es decir en la pelusa de unos 18 mil millones de dólares. Pero, como ni aún así cuadran las cuentas, la referencia que había hecho a la «bola de plata» que hay en los bancos privados, la concretó. Les pide a éstos que entreguen al gobierno esa parte de los depósitos del público que los bancos deben destinar a las llamadas «gavetas», es decir aquellos porcentajes de su cartera de créditos que están orientados a financiar obligatoriamente determinadas actividades económicas. ¿Qué va a hacer con esa plata del público: financiar el gasto corriente o usarla para el propósito que se le supone? Si fuere esto último, entonces ¿qué sentido tiene arrebatársela a los bancos y, en el fondo, a los depositantes? Esto fue prácticamente todo. Lo demás es la misma paja de siempre. Por millonésima vez habló de reducir el «gasto suntuario» y los «altos sueldos». Por cierto, entre los «gastos suntuarios» mencionó las «misiones al exterior innecesarias» y del tiro hizo saber que dentro de unos días sale para Irán, Qatar y Japón.
Magnífico ejemplo de austeridad. Este paquetico o sobrecito viene a ser la cuota inicial de un programa cuya columna vertebral continúa siendo la expectativa de que el capitalismo salga de su crisis para que se salve el «socialismo del siglo XXI».