El pasaporte «bolivariano», por Simón Boccanegra
Este minicronista quiere hacer un acto de justicia. Sacó el pasaporte en una oficina de Onidex, donde la atención, para todo el mundo, era impecable. Todo fluyó limpiamente y los empleados, con la franela roja, se comportaban, sin embargo, atenta y diligentemente con todas las personas. No digo de qué oficina se trata no vaya a ser que los boten por haber tratado adecuadamente a un tipo como este servidor. Pero, una vez que recibí el pasaporte me caí pa’trás. ¿Usted ha visto los nuevos pasaportes? De sus 32 páginas, treinta llevan la imagen de algún prócer militar de nuestra guerra de Independencia. Sólo dos próceres civiles forman parte de esa peculiar galería de la nacionalidad: Manuelita Sáenz y Simón Rodríguez. En el reverso de cada página se estampa la imagen de algún hecho o sitio histórico, siempre militar o vinculado a lo militar. Es obvio que la guerra de Independencia dio un rol relevante a los hombres de armas, pero reducir su historia y la de todo el país sólo a sus héroes castrenses constituye una grosera falsificación y una manipulación realmente obscena de los hechos que nos dieron origen como nación independiente.
Ese nuevo pasaporte «bolivariano» corresponde plenamente a la historia contada por Chávez. Este borra de nuestro pasado a todos los protagonistas civiles. Lo hace en cada una de sus alocuciones. El pasaporte es como una comiquita que pretende convencernos de que en nuestro pasado no hay fasto alguno digno de mención y de recuerdo que no haya sido protagonizado por los guerreros. Sin estos no habría habido patria, es verdad, pero sin los otros tampoco.