El patriotismo es tuyo, mío y nuestro, por Rafael A. Sanabria M.
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Tengo la firme convicción que una inmensa mayoría de venezolanos coinciden conmigo que lo peor que podemos hacer es desatar una confrontación interna política-partidista en relación con la Guyana Esequiba. Cuando todos, sin distingo alguno, coincidimos que el tema del Esequibo es cuestión de patriotismo.
En estos momentos se hace imprescindible preservar la absoluta y compacta unidad entre todos los sectores de la sociedad venezolana, sin excepciones. Este asunto litigioso requiere que dejemos a un costado cualquier egoísmo o represalia. Hay que conferir al caso la condición de política de Estado, con lo cual quedan trascendidas las diferencias por menudencias.
Por lo tanto, insisto en el deber de seguir sembrando en nuestros ciudadanos el concepto de patriotismo que no es un término de un grupo o sector en particular, sino que recoge el sentimiento de todos aquellos que sienten amor propio por su lar nativo.
El patriotismo, ese sentimiento que tienen los seres humanos por la tierra natal o adoptiva a la que se sienten ligados por unos determinados valores, afectos, cultura e historia; es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o también a una nación.
En su forma fundamental, el patriotismo tiene implicaciones positivas y es condición esencial para la existencia del grupo, al dar sentido de pertenencia y cumplir importantes funciones de herencia e identificación personal, así como de unidad, cohesión y movilización del grupo.
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El patriotismo es expresión de respeto y aceptación de la herencia recibida. Manifiesta el reconocimiento a los que nos precedieron en la construcción de nuestra nación.
¿Cuál es el sentido, entonces, del patriotismo en la actualidad? Me parece que la clave para que el «patriotismo» recupere su condición virtuosa está en comprenderlo, en primer lugar, no como un deber autoimpuesto de proteger la nación, ni mucho menos de hacerlo contra otro; sino como un sentimiento de gratitud y de dependencia.
El patriotismo es la gratitud de un individuo que reconoce lo mucho que ha recibido de su nación sin mérito alguno, y antes de que se hubiese constituido como persona racional y autónoma. De la patria hemos recibido un idioma, un lugar geográfico en el que vivir, una tradición cultural, una pertenencia, y en ocasiones, una religión.
Este patriotismo que nace del reconocimiento se opone a los nacionalismos irracionales y puede muy bien coexistir con la apertura al mundo. Su criterio es el amor, no el odio. Dado que la gratitud ante los bienes heredados no se hace como algo exclusivo y excluyente, sino que quiere que otros puedan participar de él, o al menos, intenta que otros también puedan gozar su propia patria.
La misma eventualidad avala mucho de lo señalado al ver el sufrimiento de todos aquellos que han sido despojados de su tierra, exponiendo justamente el valor de lo perdido. Este es un tiempo para que en Venezuela podamos valorar y cuidar lo mucho que tenemos y heredamos de la lucha de nuestros antepasados: una patria. Esta casa común es nuestro mejor y más precioso patrimonio.
Los padres y maestros tienen un rol importante en la formación de los ciudadanos: el de inculcarles ese patriotismo por las efemérides importantes que nos identifican como venezolanos. Es responsabilidad nuestra el que niños y jóvenes cumplan con vivir el espíritu patrio, honrando nuestros símbolos, emocionándose por las fechas que marcaron la libertad y la soberanía de Venezuela, conociendo y reflexionando sobre la historia nacional.
Hay, por lo tanto, una gran tarea que debe comenzar en el hogar con ayuda de la escuela: alentar y fortalecer el respeto a los símbolos patrios, principios de la formación cívica; los padres y maestros debemos ser los principales promotores de este valor cívico, para que los ciudadanos de hoy y del mañana participen en los actos cívicos por convicción y no por obligación.
El amor a la Patria, a la Bandera y a los símbolos nacionales no surge por naturaleza, es algo que se enseña, la formación integral de la persona, es algo que se interioriza a través del desarrollo de pensamientos, acciones y hábitos.
Esta acción de inculcar y valorar una identidad nacional tiene efectos, incluso, en el fortalecimiento de la salud mental de los habitantes de esta patria porque preserva el bienestar al influir en la autoestima, la auto-eficacia, la distinción y la pertenencia. No es baladí, uno de los pilares donde reposa nuestra identidad individual es el sentimiento de pertenencia a una colectividad histórico-cultural, definida con rasgos de cosmovisión (desde la cultura a la civilización) y costumbres de interacción.
En la actualidad el Esequibo es un tema en boga del cual todos estamos conscientes que el territorio nos pertenece, pero los recelos y odiosas actuaciones están llevando a los venezolanos a pelearse internamente. Porque cada quien quiere maniobrar o sacar provecho para su parcela política –partidista.
Sin duda alguna estamos obligados como Estado a probar en su debido momento ante la corte Internacional de Justicia, sin descarados aprovechamientos ideológicos-partidistas, interesados o ambiguos, el hecho histórico como nación que El Esequibo, siempre nos ha pertenecido
La llama del patriotismo debe siempre iluminar las vitales decisiones del Estado, así lo reclama esta Venezuela tuya, mía y nuestra. ¡La Patria es primero!
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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