El peregrino, por Santiago Boccanegra
Nicolás Maduro se fue de viaje. Otra vez. Su destino ahora es Rusia y por un motivo super importante: la celebración del Ejército rojo por el triunfo en la Segunda Guerra mundial hace 70 años. Toda una ocasión diplomática grandísima.
El hombre que estuvo en enero de gira por varios países, incluyendo ese, y luego ha ido a Panamá y otros destinos puede decirse heredero del Comandante ni tan eterno también por ese afán de subirse a un avión y viajar a otros países.
En un país con una inflación que en menos de 6 meses ya se calcula va por 50%, donde la escasez de medicinas es de 60% en Caracas y 70% en las regiones, donde las colas se convirtieron en rutina, donde los pollos se venden en bulevares y desde camiones como estampa de ayuda humanitaria, ¿es lógico que el primer mandatario cruce el planeta para ir a saludar a un Ejército?
Si hubiese otras razones, habría que evaluarlo, pero el gobierno no las informa, como tampoco lo hace con indicadores económicos. Menos mal que el precio del crudo se tasa por fuera y uno se entera, porque si no…
¿Cuánto cuesta ese viaje? ¿Cuánta gente conforma la comitiva? ¿Veremos fotos familiares y sonrientes en la plaza roja, como las que salieron en China? ¿Es turismo o es trabajo? ¿Se está viajando usando un avión de Cubana? ¿Cuánto se paga por el alquiler de ese aparato?
Qué mantequilla gobernar desde la opacidad, aunque la consecuencia sea la desconexión con el pueblo. Cuando la cola sea larga, cuando el producto se agote, cuando el que haya no lo pueda comprar porque no le toca por su cédula, piensa en Maduro, su “Cilita”, sus amigos y demás montados en un avión, sin preocuparse por Cadivi ni sacar cuentas de cuánto cuestan las cosas. Luego vaya y vote.
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