El referendo de Santa Cruz, por Simón Boccanegra
En Bolivia no tienen más remedio las dos partes que sentarse a conversar y buscar acuerdos políticos que den salida a la tremenda crisis que sacude al país. Por una parte, el gobierno de Evo no puede mantener un proyecto de Constitución aprobado de espaldas a la propia Constituyente, tan sólo por el partido de gobierno, que no posee los dos tercios de la Asamblea. La pretensión de imponer una Constitución sectariamente aprobada, sin discusión, está en la raíz de la acentuación de las agendas autonómicas de las cuatro provincias de la llamada Media Luna. Es obvio que Santa Cruz lanzó el referendo autonómico como respuesta al arrebatón constitucional, pero, al mismo tiempo, la dinámica de las cosas empuja casi inexorablemente, a que, de no sentarse en la mesa de negociaciones las partes, el separatismo vaya adquiriendo impulso, incluso más allá de la voluntad de los pobladores de Santa Cruz, de Tarija, de Pando y del Beni, sin contar lo que pueda desatarse también en Cochabamba y Chuquisaca. Y, desde luego, la secesión es el peor de los remedios y probablemente ningún país del continente avalaría el despedazamiento de Bolivia. Ni siquiera Brasil y Argentina, que tan cerca están de la Media Luna y tantos millones de dólares tienen enterrados en ella y que, desde una cierta perspectiva geopolítica, podrían ver con buenos ojos un desprendimiento que literalmente dejaría en sus manos las ricas provincias gasíferas del Oriente boliviano, podrían aceptar la apertura de una caja de Pandora secesionista en el subcontinente.Tal vez el éxito del referendum autonómico en Santa Cruz pueda crear las condiciones para que se abra un periodo de negociaciones entre el gobierno central y las regiones que, tras Santa Cruz, también preparan sus propios referendos autonómicos.
