El reimpulso de la política, por Pablo Andrés Quintero M.
Puede que parezca sencillo de ejecutar, pero construir cambios bajo gobiernos autoritarios, antidemocráticos y sociedades afectadas por la frustración y la desesperanza no es tarea fácil. Los cambios políticos necesitan voluntad de acción, eficiente administración de energías y tiempo, conciencia plena de las capacidades y limitaciones y un objetivo estratégico claro.
Un porcentaje del estancamiento político y psicológico que vive la oposición venezolana es porque, ante tantas derrotas, no sabe todavía cómo alcanzar el poder. Ante la duda permanente sobre las acciones políticas y la falta de tránsito positivo hacia un cambio, la gente percibe sentimientos negativos al observar una dirigencia sin rumbo, sin brújula, desmoralizada e ignorada en su gran mayoría por sus propios seguidores.
La gente dejó de atender y comprender a los políticos para fortalecer sus mecanismos de supervivencia ante la crisis.
Después de la lista de promesas incumplidas durante el 2020 y la construcción pública de falsas expectativas, aunado al previo desgaste físico y emocional de los venezolanos, la reconquista ciudadana es obligatoria para reconstruir la confianza perdida, pero antes es importante escapar del punto de inmovilización.
Armar el rompecabezas político requiere responsabilidad y plena conciencia sobre las realidades políticas, también sobre los hechos y las posibilidades que tenemos sobre la mesa. Ha sido un error hacer política desde el pensamiento idealista e ignorar su sentido pragmático, sin que esto signifique algún tipo de capitulación o entrega de valores y principios.
La actual radiografía política arroja como resultado a una oposición más cerca del estancamiento que del cambio.
Se observan solo rostros, voces y caras conocidas que forman parte de la cotidianidad política cuya acción se ha reducido a relatar y denunciar la tragedia. Se leen tuits y se escucha lo mismo. Se percibe una dirigencia en cuarentena y alejada, en su peor momento, de la familia venezolana.
La autodefinición política cambió significativamente en el último año. Más del 75% de la población no se identifica ni con el chavismo ni con la oposición, producto de la inmensa frustración que generan estos dos sectores absolutamente polarizados y totalmente confrontados.
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La ausencia de victorias significativas dentro del tablero político así como los pocos avances dentro de la lógica de una transición, han repercutido de forma negativa en la población opositora. Ante este hecho existen dos pasos necesarios para ver un poco de luz en el camino.
Si se aspira a reimpulsar la política y optar por estrategias más efectivas, es fundamental cambiar de mentalidad y de encuadre discursivo.
A través del lenguaje y de una buena comunicación se pueden construir puentes para mejorar la confianza entre los políticos y los ciudadanos. Un buen discurso nace de una buena estrategia y una buena estrategia nos regala un buen discurso, sin contradicciones.
La actividad política se gestiona entre seres emocionales con una racionalidad limitada, algunos actores optan por la confrontación permanente como forma de vida, olvidando que la naturaleza de ningún régimen autoritario cambia por más agresivas que sean las palabras.
Cuando hablamos de cambiar de mentalidad o mindset, nos referimos a proyectar una mentalidad de cambio, de que sí es posible cambiar, pero no como se espera sino como la realidad lo permite.
En Venezuela, la lucha por el poder se ha evidenciado bajo la visión hobbesiana del homo homini lupus (el hombre es el lobo del hombre, Leviatán, 1651) pero quienes trabajan por acceder al poder lo hacen desde la frustración, la terquedad y la constante incertidumbre.
La interlocución durante el conflicto en Venezuela debe centrarse en soluciones reales de entrega casi inmediata a la población, a pesar de la fría tensión generada entre los adversarios.
Se puede llamar diálogo o negociación aunque cause alergia, pero si el camino es político hay que olvidarse de los ejércitos y las armas. Si no es político, entonces prepárese para la guerra. La hostilidad debe enfrentarse entendiendo cuáles son las posiciones de poder. Desde el aislamiento irracional y la creencia de que todo en algún momento puede cambiar producto de la hecatombe interna y los movimientos de la comunidad internacional no se cosecharán resultados positivos.
Durante años se fortaleció la tesis del todo o nada, así como también la permanente confrontación desde varios frentes, sin tomar en cuenta la capacidad limitada de maniobra que tiene la oposición en suelo venezolano.
El comportamiento de los actores de oposición no puede manejarse bajo alteregos, falsas creencias y suposiciones individuales. En política, el poder lo tiene solo el que lo puede ejercer y no el que lo persigue. Estas contradicciones deben superarse desde una óptica racional del conflicto. Es momento de la madurez y de la realpolitik.
Otra de las situaciones incómodas para la oposición ha sido el miedo a confrontar las ideas de la misma coalición sin que eso represente un quiebre y, en caso de serlo, asumir la carga política de emprender un camino alejado de la tribuna. ¿Quién lanza la primera piedra? En este momento no hay piedras que lanzar. El liderazgo político y persuasión interna se ha diluido en el ruido y en la dependencia de actores y organismos internacionales. La eterna espera de la ayuda, el acompañamiento para ver que “no estamos solos”.
La oposición dejó de escucharse y de sentarse en la misma mesa para conversar. Algunos fueron víctimas de la estrategia de fragmentación por parte del chavismo y otros de su mismo ego. Al final la factura la paga quienes dieron cheques en blanco.
El cansancio de los diagnósticos políticos ha llegado. Todos saben qué pasa, pero nadie sabe qué pasará.
Actualmente, después de los resultados de los últimos dos años, el panorama es un poco más claro. Algunos terminaron siendo víctimas de sus propias consignas y, sin darse cuenta, se cansaron y perdieron; otros prometieron salidas y lamentablemente terminaron saliendo.
Son los mismos actores políticos, con sus emociones y acciones los responsables de acercarse o alejarse del poder. La política es un puente que solo algunos valientes terminan por atravesar.
Pablo Andrés Quintero M. es Politólogo. Consultor político & asesor de comunicación. Profesor de la UCV.
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