El secuestro de la sindéresis, por Simón Boccanegra
El secuestro del “Cura” Calderón, hecho abominable como todos los secuestros, los cuales constituyen una de las peores y más despreciables modalidades de delincuencia, ha dado pie para una nueva demostración de la grave intoxicación que sufre el país político. Por un lado, los más importantes personeros del gobierno se han quedado como si no fuera con ellos lo ocurrido. Calderón es un opositor pero ante todo es un ser humano, mas ni por eso ha habido una palabra de condena, así fuere como una mera formalidad, ni un anuncio de investigaciones (aunque estas se estén realizando) y la única figura oficialista que ha emitido un juicio, el gobernador Porras, de Mérida, lo hizo para sugerir que podría tratarse de un autosecuestro. Incluso si lo pensaba, perdió la oportunidad de quedarse callado.
Pero, por el otro lado, sin ningún elemento indiciario que permita sustentar tales afirmaciones, varios personajes de la oposición han acusado al propio gobierno de ser responsable del delito e incluso han utilizado el plagio de Calderón como pretexto para una requisitoria antichavista.
Muy jodidos estamos en un país donde sus políticos todo lo miran a través del cristal de su propia controversia y todo lo subordinan a la necesidad de echarle mierda al otro, venga o no venga a cuento. Además del “Cura”, aquí lo que está secuestrada es la sindéresis.