El siete, por Gisela Ortega
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La superstición del siete se denomina heptalatria y se halla difundida por todo el orbe. Goza del respeto por las cualidades mágicas que son inherentes a esta cifra extraordinaria, atributos que le han sido reconocidos por los pueblos más diversos.
Entre los chinos, el «zorro de siete colas» es el genio maligno de sus creencias; los santos y los sabios tienen «siete agujeros» en el corazón; cuando tratan de expresar una gran cantidad dicen: «siete veces siete»; los espíritus animales son siete; existen las siete hadas de los siete colores; la noche más significada es la séptima noche; en el día siete, del séptimo mes se celebran en toda la China fiestas populares; y uno de sus más apreciados amuletos es la flor de loto de las siete hojas.
En el islam el número siete es fundamental. Hay siete cielos colocados unos sobre otros. Siete tierras, siete mares, siete divisiones del infierno con siete puertas; se dan siete vueltas en torno al templo en La Meca y hay siete noches santas; en las ocasiones solemnes comen lo que denominan siete legumbres; hay siete días nefastos.
Deben saltarse siete veces las hogueras del Anzara, en las que se queman siete plantas diferentes; el hombre está formado de siete sustancias, son siete los alimentos recogidos; se hacen siete genuflexiones sobre siete apoyos; se tiran siete piedras al diablo en el valle de la Mina, en La Meca durante la peregrinación, la fatiha consta de siete versículos; se prohíbe el matrimonio entre siete grados de parentesco; las herencias se reparten entre siete porciones; la noche santa Laylat Al Qadr se halla entre siete noches; cuando un musulmán se casa con una doncella pasa con ella siete noches; en la boda se emplean siete días, según la vieja tradición oriental, se coloca a la desposada siete mechas de candil y un vellocino de lana untado de henna, siete veces con una llave y siete veces con un huevo, y se utilizan los candelabros de siete brazos, y las gaitas tocan siete alboradas, y el día séptimo la ualuala le ofrece un pescado como excelsa ofrenda.
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Estos hechos son demostrativos de una especial veneración hacia ese número singular, la que no pasó inadvertida en la antigüedad clásica, puesto que Hipócrates aseguraba que «el número siete, por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas, es el dispensador de la vida y la fuente de todos los cambios pues incluso la luna cambia de fases cada siete días, este número influencia todos los seres sublimes».
El siete representa el tiempo y el espacio, la búsqueda del intelecto y de la filosofía. Es cabalístico y sagrado. Ocupa un lugar privilegiado en la simbología de diversas religiones de escuelas de Oriente y Occidente. Desde los judíos hasta los católicos, pasando por los hindúes o los teósofos, vemos una continua repetición de este número místico.
En el Antiguo Testamento encontramos que Dios creó al mundo en siete días.
En el Génesis se señala que Dios, antes del diluvio universal, encargo a Noé una misión para preservar las especies animales en su arca: que de todo animal tomara siete parejas, macho y hembra. Pasados siete días hizo llover. El arca navegó un tiempo hasta que reposó el mes séptimo. Noé envió una paloma para divisar tierra firme, esperando siete días, y volvió a reenviarla siete días después.
En el Antiguo Testamento las referencias al número siete son numerosas, entre ellas: las siete lámparas del tabernáculo, la sangre esparcida siete veces; los siete caminos de los enemigos de Jehová. A Salomón le tomó siete años construir el tempo de Dios.
La Pascua judía o Pésaj, dura siete días
En la tradición japonesa, siete son las virtudes de bushido: justicia, coraje, benevolencia respeto, honestidad, honor y lealtad.
Siete son los hábitos de las personas altamente afectiva, según Stephen R., Covey: ser proactivo; empezar con un fin en mente; el poder de la voluntad independiente; pensar en ganar; comprender y ser comprendido; la sinergia y preservar y realizar el mayor bien que uno posee.
El número también aparece vinculado a nuestra condición humana: al niño engendrado a los siete meses, se le llama sietemesinos. Al recién nacido a los siete días se le cae el cordón umbilical. Cada siete años la persona experimenta cambios significativos en su desarrollo personal, ya que la dentición se pierde a los siete años; a los 14 sobreviene la pubertad; a los 21 años se alcanza la mayoría de edad; a los 35 años con frecuencia se desarrollo la máxima fuerza creadora; a los 49 años la mujer comienza la menopausia, a los 56 el hombre sufre modificaciones de carácter y tiene crisis fisiológicas. Después de los 53 años el cuidado debe ser más intensivo y a los 70 años comienza la vejez.
En Oriente, según los puranas, los hindúes reconocen siete ramas del saber: Raja, Karma, Jnana, Hatha, Laya, Bhakti y Mantra. Esta filosofía nos habla de siete centros de energía principales llamados chacras que se encuentran en el hombre.
Los teósofos, en especial Helena Petrovna Blavastky, se encargo de difundir los simbolismos del número siete en Occidente en diversas obras. Ella reveló al mundo el plan evolutivo de la tierra a través de siete-raíces: polar, hiperbórea, lemúrida, atlante, aria y koradi. Cada una de estas razas se divide en siete brazos. Según el concepto teosófico –basado en las tradiciones orientales-, el número siete es la cifra del universo, pues todos los ciclos cósmicos están regidos por él.
Los antiguos egipcios dividían la faz del cielo en siete partes. El cielo primitivo era, pues, séptuple.
La doctrina hermética, surgida en Egipto y difundida en la actualidad a través del libro El kybalion se refiere a los siete principios del universo: mentalismo, correspondencia, vibración, polaridad, ritmo, causa-efecto y generación.
Los herederos del saber de Hermes Trismegisto fueron los alquimistas del Medioevo, que escondían sus conocimientos usando sus alegorías y símbolos, entre ellos los siete planetas místicos que correspondían a siete metales
El siete es el cuarto número primo. El polígono de siete lados recibe el nombre de heptágono. La suma de las caras opuestas en el dado de seis caras suma siete.
Los siete mares es una expresión utilizada a lo largo de la historia de muchas culturas y pueblos en relación a un grupo de mares reales o mitológicos.
El número siete es uno de los que más han preocupado a los supersticiosos. Dicen que la suerte de las personas se cambia cada siete años, y también que todos los múltiplos de siete son nefastos especialmente el 63, por tener nueve sietes.
Gisela Ortega es periodista.
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