El significado histórico de Teodoro Petkoff, por Guillermo Aveledo Coll
Autor: Guillermo Aveledo Coll
Teodoro Petkoff (1932-2018) es un personaje esencial de la historia venezolana contemporánea. Mucho se ha dicho por las redes de su carácter y sus modos, con justicia y afecto. Hablaré aquí de su significado histórico para el país.
Nacido en Bobures, estado Zulia, su ascendencia política inicia en la transición post-dictatorial, inspirado por las posiciones sociales de sus padres, y graduándose con honores como economista en la UCV. Como muchos de los jóvenes de su generación, impuso la línea de la Lucha Armada al liderazgo ortodoxo del PCV. Su evasión de San Carlos junto con Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce, fue un símbolo de audacia en ese momento.
La realidad de la derrota guerrillera –ya patente a finales del gobierno de Betancourt– inició la reflexión y su «revisionismo» (acusación espetada por sus adversarios desde la izquierda…). Una revisión de una doctrina, desde la creatividad ideológica.
Pero el momento culminante de su escisión desde el marxismo la tuvo con la invasión soviética ante la Primavera de Praga, cuando escribe «Checoeslovaquia: el socialismo como problema». El argumento central era el siguiente: si el socialismo es liberador, ¿cómo es posible se intente ser impuesto por la fuerza? ¿Cómo ataca la espontaneidad?
La gran ironía es que los moderados socialistas del MAS, que participaron y crecieron en democracia, con mucha democracia interna y tácticas novedosas («la política innovadora», como escribía Steve Ellner en los años 80) fueron denunciados por los izquierdistas más radicales… Y luego serían estos, que aparecían como un absoluto fracaso en los años 80 y 90 (con el Glasnost, la Perestroika y la caída del socialismo en Europa del Este), los que llegarían al poder con Hugo Chávez. Claro, lo hicieron de manera mendaz, agazapada.
Desde entonces, una larga serie de polémicas frente al debate postguerrillero de los años 70 en la izquierda, Petkoff fue ubicándose en la heterodoxia partidaria de una participación en la democracia representativa, aún manteniendo el propósito socialista (en dirección, e incluso en argumentos, es similar al dilema de Betancourt frente al comunismo en los años 30, y frente a la democracia liberal en los 40-50).
A inicios de esa década se da la división del PCV y la fundación del MAS, cuya historia es larga de relatar. Valga decir que entre 1973 y 1992 fue consistentemente la tercera fuerza política, y desarrolló una visión de Estado responsable, moderna e influyente, abandonando poco a poco su origen comunista. Aportó mucho en la reforma del Estado, la descentralización, etc. Como todos los partidos, en los 80 sufrió una crisis de pragmatismo. Esa es otra historia.
El MAS obtuvo importantes victorias locales regionales con la descentralización, pero llegaría al gobierno central junto con Rafael Caldera, del cual Petkoff será eventualmente Ministro de Cordiplan, y líder de su política de viraje económico: la muy poco estudiada Agenda Venezuela. Manteniendo su creencia en la democracia, aún si crítico de sus carencias, no apoyó nunca Petkoff a Chávez. Se separó del MAS que fundó, cuando éste apoyó al militar golpista en su carrera presidencial.
Fue siempre adversario de esa presidencia y su régimen, ya desde El Mundo (del cual fue sacado por presiones chavistas hacia sus dueños), ya desde TalCual.
TalCual ha sido un muy influyente diario de opinión en la unidad opositora de los demócratas venezolanos. Es innegable cómo con su pluma y su acción Petkoff delineó buena parte de la estrategia que casi lleva a las fuerzas democrática a alcanzar el poder.
Con enemigos jurados entre las derechas y las izquierdas, fue en esencia un demócrata honesto. Su último gran ensayo político, «Las dos izquierdas», trata de delinear ese dilema entre la izquierda autoritaria y la izquierda democrática. Creo que esta expectativa es lo que hoy más se le reprocha.
Me atrevo a decir hoy que fue víctima moral y física del agotamiento existencial que sufrió de manos del Estado –y del poder corrompido y mezquino que hoy le ocupa.
Hubiera deseado el honor de conocer a Teodoro Petkoff, un buen ciudadano. Habiéndolo leído y estudiado, lo siento sin embargo cercano. Que descanse en paz. Como cristiano, deseo que Petkoff viva la vida eterna del hombre justo, fuese cual fuese su creencia personal. Como ciudadano, le agradezco todo su empeño en un país más igualitario, más democrático, mejor.
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(Un muy buen documental sobre Petkoff, contrastado con Douglas Bravo, fue realizado hace poco más de 20 años por Miguel Curiel. Lo recomiendo)