El sistema sanitario se transformó en medicina de guerra
Autor: Luisa Quintero
La salud sigue sin un rostro definido pero no se cansa de tener historias. Recientemente, la muerte de Oliver Sánchez dejó al país con estupor y dolor profundo. Con solo 8 años, Oliver se enfrentó a una enfermedad que no le dio tregua y tampoco a su familia. Un linfoma no Hodgking contribuyó a acabar con la vida del niño, aunque al final haya sido una meningitis la que culminó su batalla. Dos días después, Santiago Riera falleció esperando conseguir su tratamiento para combatir también el cáncer.
Para el Ministerio de Salud aparecerán como estadísticas dentro de Continua en P12 su próximo anuario de Mortalidad (que no se publica desde 2013), al igual que los bebés fallecidos en Anzoátegui, de los cuales se han querido acallar cifras.
En San Cristóbal se repite la historia. El 4 de febrero, una residente de Pedriatría, Isabel Rodríguez, denunció que los niños se mueren «como pollitos» pues no tienen los medicamentos e insumos necesarios para solventar las emergencias en un área tan delicada.
Enfermeras y médicos opinan igual: la medicina que se realiza en Venezuela es de guerra.
En la salud no hay distinciones. Los hospitalesdel interior y la capital del país sufren la escasez en mayor o menor grado dependiendo de su importancia. Ser hospital emblema parece ser un tema olvidado.
Al menos así lo sienten quienes acuden al Hospital Doctor José María Vargas, que sirve como casa y aula para muchos médicos que provienen de las filas de la Escuela de Medicina de la UCV.
También sirve de casa a numerosos perros y gatos, quienes han encontrado manos caritativas que les proveen comida mientras cumplen la función de mantener en alerta a los milicianos que resguardan las áreas.
María Hernández (a quien cambiaremos el nombre en resguardo de su identidad) tiene más de 10 días con su hijo hospitalizado en el Vargas por causa de un aneurisma, pero ya se ha cansado del tanto pedir.
«A cada rato nos piden cualquier cosa, piden y piden. En este hospital parece que no tuvieran absolutamente nada».
Desde las medicinas para tratar de mantener a raya el aneurisma, las agujas que van a usar para tratar de eliminarlo, hasta los aparatos que necesitarán para su recuperación. Todo ello lo han tenido que comprar en una cuenta que parece interminable, y a la que se debe incluir la alimentación de los pacientes, las personas que se quedan cada día a cuidarlo, o los cafés y galletas que venden dentro de los pasillos del mismo hospital.
El Hospital Vargas se diferencia de otros hospitales por la tranquilidad que se vive en el sitio (más allá de gatos y perros). Solo los susurros de conversaciones en las afueras de las salas de espera cortan la calma de un lunes en la tarde. Aún así, la falta de medicinas como antibióticos, soluciones o equipos como un tomógrafo, llevan a salir de estos espacios y cruzar la calle.
En la farmacia del frente se agrupan más de cinco personas esperando un turno para recibir en muchas ocasiones la respuesta del «No hay».
Así lo vivió Carmen Oropeza, quien necesitaba las invariables medicinas para tratar la tensión (Losartán en cualquiera de sus presentaciones comerciales), pero recibió la negativa.
El informe anual de la ONG Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) referente al sistema de salud da cifras desalentadoras. En 2015 recibieron 3 mil 719 denuncias, 40% más reclamos sobre escasez de medicinas e insumos que durante 2014, producto de la falta de un plan adecuado de importación de materia prima y la no activación eficiente de la producción nacional.
Provea también indica que el Gobierno destinó 110 millardos de bolívares al sector, lo cual apenas fue un 13% más que lo que gastó en 2014, a pesar de que la inflación en 2015 cerró en 180%.
Inti Rodríguez refirió durante la presentación del informe anual de la ONG que «en 2015 el país invirtió 4,7% del Producto Interior Bruto (PIB) en la salud, menos que Bolivia, Ecuador o República Dominicana». Todo esto contribuyó a que el 61% de los centros de salud en manos del Estado presentaran «fallas graves o absolutas de material quirúrgico» o que el 93% no tuvieran reactivos para exámenes, según reveló una encuesta elaborada por la Red de Médicos por la Salud.
Otro de los datos puestos sobre la mesa por Provea es que para enero de 2016, las farmacias solo surten 7 de cada 100 medicinas solicitadas a la Cámara de la Industria Farmaceútica (Cifar). En cuanto al personal, durante 2015 la salud pública perdió 12.830 médicos, 57% emigró, 27% abandonó la medicina y 16% se fue al sector privad.
ESCASEZ SOBRE RIELES
César Bogado es otro rostro de la crisis. También pasó por el hospital Vargas pero su historia es diferente. Desde el mes de enero llegó proveniente de Maturín para tratarse una estenosis uretral, que le causó problemas colaterales en los riñones, y realizarse la operación respectiva. No tiene familia en Caracas, por lo que en un principio durmió en el Hospital mientras era atendido.
Hace más de dos meses fue desalojado del sitio junto a otros pacientes por no tener cómo atenderlos.
Desde ese momento, César ha tenido que dormir en los bancos frente a la Facultad de Medicina.
En enero su intervención estaba casi lista, pero por culpa de un reactivo que no se consiguió, no se pudo operar. Se dedicó a buscar el tratamiento para su estenosis, además de los anticonvulsivos (carbamazepina) que necesita pues también padece de epilepsia desde hace años.
Para conseguir el tratamiento, César recolecta las tarjetas telefónicas usadas junto a otros pacientes, que luego son cambiadas a la Lotería de Caracas. Por cada doscientas tarjetas entregadas a la semana, les emiten una carta que luego será entregada en Badan para que les provea el tratamiento sin costo alguno. Tenían varios puntos de recolección de tarjetas, entre ellos Pdvsa La Estancia, pero fueron desalojados sin motivo o razón alguna.
César tuvo que recurrir al Metro de Caracas.
El lunes 23 de mayo, se cansó de solo pedir las tarjetas sin contar su historia, y refirió a los presentes en el vagón los padecimientos de cualquier enfermo y el periplo para conseguir las medicinas. Su osadía le valió una detención en la PNB por 12 horas.
«No me importó, pues dije toda la verdad y la voy a seguir diciendo así me metan preso cuántas veces les dé la gana. No es posible que la gente se esté muriendo o la están desalojando de los hospitales porque no hay medicinas, ni nada con que atenderlos». Esto me lo contó César, mientras transitamos por la línea 1 del Metro. Solo se dedicaba a pedir las tarjetas pero nuevamente estalló y contó su historia.
La gente le entregó dinero, pero César no piensa en sí mismo. «Este dinero no se va a quedar en mis bolsillos, este dinero lo voy a entregar a otros pacientes que están como yo». Tiene 11 días sin su tratamiento, pero aún así camina por todos los vagones sin sentarse (el dolor de los riñones no lo deja) y solo espera que alguien solucione la crisis: «Que acepten la ayuda humanitaria, que de verdad piensen en los pacientes, la gente se está muriendo y nadie se entera, nos desalojan de hospitales y tampoco se sabe, nos están matando poco a poco».
CUANDO SER MÉDICO BASTA
Los profesionales de la salud no la tienen fácil pero la vocación queda en evidencia. La crisis no es nueva aunque se acentúo en el último semestre de 2015 y continuó empeorando durante 2016.
Efraim Vegas, médico residente de Traumatología del Hospital Periférico de Coche, reclamó, durante la presentación del informe anual de Provea, a las autoridades para que acepten la ayuda humanitaria ofrecida desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instancias, pues «se nos está muriendo la gente en nuestras manos.
Tememos que nuestros familiares y nosotros mismos nos enfermemos porque no tenemos las herramientas para hacer nuestro trabajo».
Vegas refirió que durante sus guardias se ha tenido que debatir entre la falta de medicamentos y los delincuentes que llegan al sitio exigiendo que el personal de salud salve «como sea» a sus compañeros.
Aún así, se presentó el jueves 26 de mayo en la Asamblea Nacional para apoyar un acuerdo por la huelga de hambre que sostuvieron nueve médicos en Mérida por las condiciones del Hospital Universitario de los Andes.
Ese jueves, el joven residente detalló que los pisos y los quirófanos del Periférico de Coche están contaminados por un problema de aguas servidas, los médicos y pacientes no disponen de agua limpia, tampoco se les provee alimentos, solo hay cinco tipos de antibiótico en el hospital, las soluciones también escasean, no hay material de sutura y los pacientes deben buscar gran parte de los insumos para ser operados.
Varios voceros sindicales del Periférico explicaron durante una protesta a principios de mayo que no hay inyectadoras, suturas, yelcos, solución fisiológica, analgésicos, antibióticos, ni ningún tipo de medicamentos y tampoco hay material quirúrgico, como gasas, algodones, anestesia, tapabocas o guantes. Los productos de limpieza también escasean en el centro asistencial. De 600 unidades de higiene solicitadas, solo les envían unas 100, si acaso, porque a veces ni eso reciben.
Otro que comentó sus desventuras en el Parlamento fue Juan Goecke, residente de Medicina Interna del Hospital Vargas. El problema con antibióticos, insumos quirúrgicos y soluciones se repite, mientras los familiares de pacientes como María Hernández siguen el mismo drama de buscar en farmacias o casas médicas cada insumo.
De 26 salas de hospitalización hay, por lo menos, 5 inhabilitadas; cada una tiene capacidad para 16 camas como mínimo. La sala 26 está cerrada, mientras los hongos corroen gran parte de las paredes del centro asistencial. El camino hacia la consulta de Urología está roído hasta el techo y sucio por el polvo, mientras que la vía para el servicio de Oncología, historias médicas y registros clínicos parece un túnel oscuro sin final.
En el servicio de Terapia Intensiva redujeron los cupos de 8 a 3 para garantizar mejor atención a los pacientes, relató Goecke. «De la requisición de insumos diarios siempre quedan 20 o 30 ítems sin recibirse porque no hay en el hospital».
El Hospital Universitario de Caracas tampoco escapa de la realidad circundante. Un residente que prefirió omitir su nombre relató que la falta de insumos básicos hace que la tarea de curar a un paciente se transforme en un verdadero dolor de cabeza.
La práctica de tener medicinas e insumos en los koalas no es nueva, pero se ha vuelto vital para salvar vidas en escasez.
«Un colega me comentó que llegó un joven con edema de glotis debido a una intoxicación, y gracias a Dios tenía una última ampolla de epinefrina, que tenía guardada por alguna emergencia personal. La usó con el muchacho porque ni siquiera de eso hay en los hospitales».
Cada espacio de aprendizaje dentro de los hospitales se transforma en una trinchera para curar o salvar a la población enferma. No en vano el presidente de la Federación Médica de Venezuela, Douglas León Natura, refiere que en más de 35 años de servicio nunca había visto una situación sanitaria en estado tan precario como el actual.
Deja un comentario