El sorprendente Fidel Castro, por Simón Boccanegra

La verdad es que Fidel Castro pareciera estar arreglando cuentas claras con su propio pasado y con el mundo. Su admisión autocrítica de la responsabilidad que le cupo en la persecución y represión a los homosexuales en la década de los setenta y ahora el tirón de orejas que ha dado públicamente a Ajmadineyad, son dos declaraciones realmente estelares. Al líder iraní le ha pedido «que deje de difamar a los judíos», recordándole que no cree que «nadie haya sido más injuriado que los judíos». «Durante dos mil años los judíos han sido sometidos a terribles persecuciones y a los progromos». «Fueron expulsados de sus tierras, perseguidos y maltratados en todo el mundo como los que mataron a Dios». «No hay nada que se pueda comparar con el Holocausto». Fue un directo a la mandíbula de Ajmadineyad, quien ha hecho de la negación del Holocausto uno de sus caballitos de batalla.
Preguntado Fidel por el periodista si estaría dispuesto a decirle eso al presidente iraní, el viejo guerrero respondió, tajante: «Si estoy diciendo esto, lo puedes comunicar». Proviniendo de quien provienen, estas reflexiones darán que pensar a mucha gente, incluyendo a algunos «revolucionarios» de por aquí, que han hecho del antisemitismo una bandera, llegando hasta a profanar una de las sinagogas de Caracas. Por otro lado, Fidel ratificó su preocupación por la posibilidad de un conflicto nuclear. Curiosamente, de modo implícito, atribuyó más responsabilidad en ello a los propios iraníes: «Este problema no se va a resolver, porque los iraníes no van a dar marcha atrás frente a las amenazas». Sustenta su opinión en que, a diferencia de Cuba, Irán es un país «profundamente religioso» y, según él, «los líderes religiosos son menos transigentes». Y nuevamente renovó su esperanza en que Obama no ceda a la tentación de apretar el botón nuclear. Si así llueve, que no escampe.