El Sundde también cambió para “neoliberal”
Con los precios flotando en las mismas dimensiones siderales donde navegan los inútiles satélites artificiales comprados a los chinos, el Sundde quedó como dice el pueblo “para los muchachos”, como un caballo viejo al que le dan sabana por haberlo pasado a retiro. Es verdad, ya la jauría matraqueadora de esa Superintendencia, que decía defender los derechos socioeconómicos de los consumidores, poco se asoma. Y mire que se gastó billete para darle chalecos, camisas y cachuchas rojas para su patriótica labor. Algún bolichico hizo su agosto con esas dotaciones.
Se contaban por miles los inspectores de esa dependencia que se dedicaban a inspeccionar negocios, allanarlos, decomisar mercancía, poner multas cuantiosas y llevarse presos a cualquier gerente o simple empleado que les revirara. Ahora aquellas jornadas inquisidoras lideradas por el profesor Eduardo Samán desde el Indepabis y las que ordenaron sus sucesores desde el Sundde son parte de un pasado que no debe recordarse. Y la “ley de los precios justos” dormitando el sueño de los justos.
Ahora parece que impera el libre mercado y los precios son impactados directamente por las fluctuaciones del dólar, prácticamente liberado a la chita callando. Claro, esos son perversiones “neoliberales” y esta una “revolución socialista”. Sin embargo, una multica de vez en cuando no está mal para justificar la nómina. 60 mil unidades tributarias le acaban de aplicar al Parque Cementerio Jardines de Santa Ana, en Paraguaná, por pretender cobrar un sepelio en dólares. Aparentemente un crimen en un país hasta donde las chupetas en el metro se están pagando con la divisa verde.
Murió el 119 y calló la hora oficial de Venezuela
Fueron años, años y años y más años, antes con el 19 y después con el 119, durante los cuales la Cantv ofrecía a los usuarios la grabación con la hora oficial de Venezuela. Era toda una tradición que el 31 de diciembre, a punto de partir el año, las emisoras de radio pusieran el melancólico “Faltan cinco pa´las doce”, cantado por el paraguanero Néstor Zavarce con el conjunto de Los Hermanos Oropeza, y lo fuera alternando con una clara y firme voz masculina que anunciaba: “Al oir el tono serán las once horas, tantos minutos, tantos segundos”. Y así hasta que llegaba el momento justo del “cañonazo” y venían el himno nacional, los abrazos de feliz año, los besos, las lágrimas, los brindis y la cohetería.
A pesar de las fanfarronadas sobre los satélites artificiales, la hora oficial de Venezuela no pudo superar los embates del gran artificio revolucionario. Murió el 119, calló la voz y la hora oficial de Venezuela se sumió en un silencio sepulcral. Qué infinito es el poder destructor de la hueste más inepta que ha gobernado en toda su historia a Venezuela.