El tejido necesario que generó el Paix Festival

El Paix Festival fue una ocasión que merece repetirse, especialmente sin hiperinflación. Sus organizadores quieren estabilizarlo. Ojalá lo logren
Fotografías: Julio Lovera
A Caracas le hacen falta grandes tarimas. Desde hace años no se ve un concierto en algún estadio, terreno dispuesto para ello. Los espacios para aforos medianos, como el Teatro Teresa Carreño y el Aula Magna UCV están secuestrados por el madurismo o con limitaciones económicas para funcionar como en tros tiempos.
Por eso fue un respiro que la capital pudiera vivir el Paix Festival, un evento construido a punta de ideas y de empeño, que sacó la logística, el dinero y el cartel del trabajo de un montón de gente que logró plenar la plaza Alfredo Sadel. Allí hubo música, a montones, pero también encuentro social, ambiente urbano, opciones de comida, distintos públicos entrelazados haciendo tejido.
Una oferta muy completa de distintos estilos y géneros musicales protagonizó el evento, desde la salsa y en funk hasta el rock y el ska.
Así como un Desorden Público contestatario, sin censura: «No se saquen esa mierda (el carnet de la patria), el único documento que necesitamos es la cédula. Todos somos venezolanos. El socialismo pa’l pueblo y los guevones con 30 mil escoltas, 30 mil carros arrechísimos, todos sus hijos estudiando en el exterior, ellos viviendo como reyes en Nueva York, París, Londres, y nosotros los hemos visto, no es paja, no nos lo han contado», soltó un desatado «Caplís» Chacín. Horacio completó con la señal de costumbre.
Fue un momento electrizante sí, pero en realidad hablamos de un evento que logró ser más. Ahora aspiran darle continuidad, que haya otro en 2019 y así. Es una vieja deuda del país que con su maltrecha economía contemporánea no se ha logrado inscribir en la tendencia regional de los grandes festivales como el Lollapalooza, Estéreo Picnic o Vive Latino. Ni siquiera en los momentos del boom petrolero, de la economía subsidiada por Cadivi, del pecado original del control cambiario, de la Misión Clase Media.
Ahora hay quienes lo intentan en medio del desastre, apelando a aquello de que las crisis traen las mejores oportunidades. Ojalá lo logren. Por ahora, el aplauso ya no va por dentro. Y ojalá no se Caracas no se lo vuelva a guardar, a juro.
Esta es una reseña tardía, pero que había que redactar. Solo entendiendo que como sociedad podemos crear espacios para el reencuentro es que empujaremos por ellos. Y de eso hay que hablar.
*No incluimos Suena Caracas porque tal botadera de dinero po parte de un Estado hambreador no tiene justificación alguna. Más pan y menos circo.