El todonada, por Mercedes Malavé González
Con frecuencia podemos preguntarnos por qué los mismos que dicen “todas las opciones están sobre la mesa”, “somos la unidad”, “somos la mayoría”, “somos Venezuela”… por otro lado dicen “o estás conmigo o estás contra mí”, “o eres héroe de la resistencia o eres colaboracionista”, “o eres camarada o eres escuálido”, y así sucesivamente.
Quienes se adjudican el todo son, al mismo tiempo, los que excluyen y te llaman la nada si no los acompañas en cada línea de su visión.
Es el relativismo, o falta de confianza en la realidad, lo que explica estas posturas semi totalitarias. Un relativista cree que su voluntad es más fuerte que el poder de la realidad. Porque la realidad no se impone, no decreta, no golpea. La realidad transcurre con una lógica silente pero implacable y siempre, siempre, tiene la última palabra. Para quienes creemos en el Dios de los cristianos, la realidad se identifica con la Providencia y la bondad de un Padre que cuida amorosamente de sus hijos, sin que se le escape nada ni nadie.
El relativista actúa por decretos que muchas veces se contradicen. Por ejemplo: “la verdad no existe” (eso es una verdad), “cada quien haga lo que quiere” (pero juzga y condena a quienes no hacen lo que él quiere), “que cada quien crea lo que quiere” (pero prohíbe símbolos religiosos) y una larga lista de conductas incoherentes que ocultan su talante autoritario.
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El realista es, en primer lugar, una persona segura. Su seguridad no se apoya en una autorreferencialidad raquítica sino en los insumos que le va aportando la realidad de las cosas. No hay nada que dé más seguridad y estabilidad que aceptar una realidad tal y como es: tengo esta enfermedad, lo acepto; esta persona es libre de pensar como quiera, lo acepto; este grupo político existe y es tan venezolano como yo, lo acepto.
Son toneladas de peso los que uno descarga cuando acepta la realidad y se propone perfeccionarla incluso transformarla según sus limitadas capacidades.
La realidad venezolana es dramática y desesperada. Millones de compatriotas viven en situación de miseria y no ven posibilidades de recuperarse. El gobierno de Maduro, indolente, luce más miserable aún, pisoteando la realidad y mintiendo descaradamente.
El gobierno interino de Guaidó sigue apostando por el todonada y el “vete ya” sin entender que eso también es un comportamiento miserable porque las personas necesitan calidad de vida y no consignas de guerra.
Necesitamos con urgencia líderes políticos que se pongan de lado de la realidad. Que con humildad acepten las condiciones de miseria y depauperación que vive la gente, que refleja el gobierno, la oposición, porque la miseria no es no tener nada material sino también vivir enajenado de la realidad, sin capacidad de convencer ni siquiera a los propios amigos.
Quienes vieron la conferencia que propició Julio Borges con los intelectuales Bitar, Lowenthal y Aylwin quizás pudieron comprobar la ceguera política que hoy nos invade y amenaza convertirnos en otra Cuba. La clave de esa conferencia podría ser el título de este artículo también: La única opción verdadera somos nosotros mismos.
Muchos asesores políticos hablan de la narrativa. Insisten en la necesidad de crear una nueva narrativa o discurso que convoque, que entusiasme, que motive. Hablan de la narrativa como una panacea o clave del éxito. Hay que tener cuidado porque el relativismo acecha por doquier.
La narrativa debe ser realista, respetuosa de las ideas, abierta y sobre todo esperanzadora porque la Verdad no condena ni encadena: perdona y libera.
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