El totalitarismo se engulle a Directv, por Gregorio Salazar
Aislamiento, depresión, incertidumbre, como si nos hubieran tapiado las ventanas del encierro, como si se hubiera estrechado al límite el asedio totalitario del régimen, como si nos separaran de la vida de los semejantes en otras latitudes, así de lacerantes son algunas de las sensaciones que ha dejado en millones de venezolanos la pérdida de las imágenes de la televisión satelital, una presencia de más de dos décadas que, ilusamente, creíamos nunca dejaría de atenuar nuestra ya bastante atribulada cotidianidad.
Aunque el régimen se había encargado de ir mermando la oferta informativa del cable, obligando a la desincorporación de CNN en español y varios canales de noticias colombianos y argentinos, Directv era la fuente más económica, variada y accesible para los estratos populares de todo lo que significaba entretenimiento: la producción cinematográfica de diversas épocas, el deporte espectáculo en sus más amplias especialidades, series, documentales, reportajes históricos, la televisión pública de países europeos, series famosas de dibujos animados, conciertos, ópera, emisoras radiales y música de variado estilo, etc.
Muchos venezolanos habían hecho de la televisión por cable un importante punto de apoyo de su equilibrio emocional frente al entorno hostil que nos acogota. Qué decir de tantas persona que por su avanzada edad tenían limitada capacidad de movilización o viven en soledad. Los niños, los adolescentes, la juventud son otros de los grupos sociales más afectado por este apagón televisivo.
El cese de las operaciones de Directv, como efecto colateral de la creciente confrontación entre la dictadura venezolana y las fuerzas nacionales e internacionales que buscan desalojarla para poner alto a su acción devastadora, llega justo en circunstancias que hasta hace poco eran difíciles de imaginar: las familias venezolanas en situación de confinamiento forzado debido a la epidemia del covid-19.
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El gobierno norteamericano exigía la salida del cable de la televisora de Pdvsa y de Globovisión, dado que sus propietarios han sido objetos de sanciones por el Departamento de Estado debido a diversos ilícitos. Impensable suponer que el régimen, sobre todo en estos momentos de tensión creciente después de la llamada Operación Gedeón, cedería en esta solicitud que se dice tenía algún tiempo.
Su delirante “heroicidad” les impide pisar esos terrenos. La empresa, ante la imposibilidad de conciliar esos intereses y cumplir con las normativas de EEUU y Venezuela, decidió tratar de ponerse a salvo de todo riesgo cesando sus operaciones.
El régimen es especialista en sacar provecho con sus huídas hacia adelante. Del paro petrolero salió con Pdvsa en su poder y la instauración del control de cambio. Tras su apabullante derrota legislativa se llevó por delante al Poder Legislativo ganado por la oposición. Del intento legal y legítimo de activar un referéndum revocatorio contra Maduro terminó eliminando la tarjeta unitaria de la MUD, proscribió partidos y enseguida eligió una constituyente espuria. Su intransigencia ante las sanciones que debía acatar Directv termina acentuando brutalmente su asfixiante hegemonía comunicacional. El Objetivo: tener una sociedad a ciegas
Quedan todavía cableras más reducidas con menor calidad de imagen y de programación. Difícil imaginar que en la ruina económica traída por el chavismo veamos la inversión de otras empresas en este campo e incluso que las esmirriadas plantas nacionales mejoren su oferta televisiva.
Casi al finalizar este texto se conoce la decisión del brazo judicial del régimen ordenando la reposición del servicio de Directv, previa ocupación de todas sus instalaciones e inmuebles y so pena de autos de detención de sus gerentes, algunos de los cuales ya les dictaron prohibición de salida del país. Lo que ha ocurrido es la expropiación simple y llana de los activos de AT&T.
El caso hace recordar el cierre de RCTV y el robo descarado de sus instalaciones, como antenas y repetidoras. Y allí está la televisora que usurpó esa señal y esos espacios sin nadie que le dedique un segundo de atención a su ultra mediocre programación. Un exabrupto se “corrige” con otro y una mamarrachada mayor sustituye a la anterior. Así es el desquicio que marca el rumbo de la mafia que en mala hora apoderó de Venezuela y la sumió en la más profunda destrucción.