El visionario catire, por Marta de la Vega
Twitter: @martadelavegav
El mes de abril se ha convertido en un símbolo de resistencia, de reto de la Venezuela que no se da por vencida, para celebrar la democracia desafiante que el 3 de abril del 2000 inauguró la voz irreverente de Teodoro, con su célebre editorial Hola, Hugo en TalCual.
Antes, director del diario El Mundo —que se había convertido en referencia económica autorizada y crítica— fue despedido a los pocos meses, en 1999, a pesar de su propio dueño, Miguel Ángel Capriles —tal vez presionado desde la presidencia incipiente del barinés—, seguramente por el díscolo estilo, franco y sin cortapisas, del catire. Visionario acerca de lo que iba a significar el triunfo del caudillo de Sabaneta, fue desde el inicio férreo opositor a Chávez y, cuando en 1998 lo apoyó el Movimiento hacia el Socialismo (MAS), abandonó el partido que había fundado en 1971, después de haber renunciado al Partido Comunista de Venezuela.
Nació en Bobures, aunque pasó sus primeros años en El Batey, estado Zulia. En 1940 viajó con su padre a Caracas y después el resto de la familia, su mamá con los gemelos menores, para comenzar estudios formales que hasta entonces no había realizado. Allí habían llegado sus padres para trabajar como profesionales muy calificados, a quienes asignaron la mejor casa de la próspera Central Azucarera Venezuela; él, como ingeniero químico de la empresa, Petko Petkoff; ella, Ida Malec, polaca de familia judía, como médica de los trabajadores de la Central y de los habitantes de los pueblos aledaños al ingenio azucarero.
Ambos habían terminado sus estudios universitarios en Praga, Checoeslovaquia, donde él, comunista búlgaro, se encontraba en el exilio cuando se conocieron mientras eran estudiantes. Después de París, donde ella hizo un postgrado en medicina, estuvieron en Bulgaria antes de enrumbarse juntos hacia la que fue Tierra de Gracia, a mediados de la década de 1920. Como narra Milagros Socorro (Clímax, 2017) en una semblanza a Teodoro, Ida Malec fue la primera mujer que en Venezuela, en 1928 —además en perfecto español—, obtuvo su reválida como médica.
Acaso la palabra que mejor define la trayectoria vital e intelectual de Teodoro es «indomable». Héroe, seductor, culto, cautivante conversador, arriesgado y audaz. Tras su rostro ceñudo, sensibilidad. Su viuda es Neujim Pastori, hija del gran poeta. Ha recibido reconocimientos, premios muy importantes del periodismo internacional.
Sobresaliente en la política, congresista, tres veces candidato a la Presidencia de la República, ministro de Planificación del segundo gobierno de Rafael Caldera, figura pública influyente, fue indomable defensor civilista de la democracia. Su historia es una épica triunfante a pesar de los inmensos riesgos y vicisitudes que sufrió desde que comienza su lucha rebelde.
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En 1949 se inscribe en el Partido Comunista, aún en su adolescencia; su resistencia, junto con sus hermanos y su primera esposa, contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez le valió ser apresado varias veces; culminó estudios de Economía en la UCV, graduado con honores, a la vez dirigente universitario, en 1960 presidente del Centro de Estudiantes. Guerrillero durante la lucha armada urbana contra el presidente Rómulo Betancourt, también fue combatiente en las montañas de varias regiones del país, detenido en tres ocasiones y con fugas espectaculares. Se acogió a la política de pacificación impulsada por el presidente Rafael Caldera.
Junto con otro inolvidable líder de la democracia, Pompeyo Márquez, tuvo la visionaria y valiente convicción de que, por un lado, escoger destruir una democracia apenas naciente y pretender imponer el poder mediante la lucha armada era un callejón sin salida y, por otro lado, era preciso denunciar y desenmascarar la brutal y sanguinaria farsa del socialismo ortodoxo o socialismo real estalinista, a riesgo de represalias y amenazas de líderes históricos como el de la «revolución cubana».
Siempre deslumbrados por sus agudos e incisivos análisis, nos acostumbramos a la lectura vespertina de sus editoriales diarios y al humor mordaz de sus notas como Simón Boccanegra. También recordamos como citas infaltables sus programas mañaneros de los domingos en una de las empresas televisoras que luego sucumbió a la destructora hegemonía comunicacional. Ha sido un honor formar parte desde hace casi diez años de la familia Talcualera, con mis periódicas columnas y el apoyo de su consecuente equipo directivo y editorial.
Marta De La Vega es Investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora en UCAB y USB.
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