Una historia de TalCual con Teodoro como periodista y empresario, por Juan C. Zapata

Este texto fue publicado originalmente el 3 de abril de 2001, en la edición que celebraba el primer aniversario de TalCual. Fue republicado en el portal Konzapata.com, el 18 de noviembre de 2018. Es la historia de cómo nació este periódico, que terminó descubriendo a Teodoro Petkoff como editor, empresario y periodista. Aunque el político seguía allí. Siguió allí
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El proyecto deriva en un medio de gran impacto y recorrido. Fue una época fructífera para Petkoff. Entonces, era la voz y la pluma más clara contra Hugo Chávez —Claro y raspao es el eslogan del medio—, contra el régimen de Chávez. La verdad es que Petkoff anticipó en los editoriales que publicaba la naturaleza del régimen. Y en ello no se equivocó.
De modo que Teodoro, el amigo, el maestro, era el analista de necesaria consulta, no solo a nivel nacional sino también internacional. Los enviados de la prensa global tenían parada obligatoria en la Dirección del periódico. Los políticos que visitaban Venezuela tenían que escuchar la opinión de Teodoro. A Teodoro lo llamaban de Francia, Canadá, Estados Unidos, Colombia, Japón, Alemania, España. De todas partes del mundo. Lo consultaban presidentes y expresidentes, primeros ministros, escritores, analistas, banqueros, empresarios, militares, funcionarios de organismos multilaterales. Un día hablaba inglés y otro francés.
Teodoro era la referencia ante una clase política inhibida, como bien me dijo una vez el expresidente Luis Herrera Campíns. Era tan importante su opinión que la gente llegó a acuñar aquello de: «¿Y qué dice Teodoro?», que luego se convirtió en el nombre de un programa de TV en Globovisión.
Fue un tiempo que asumió con emoción. Siendo el ministro estrella de Rafael Caldera, cambió la percepción que de él tenían los factores políticos y económicos más importantes del país. En la dirección de El Mundo y en TalCual, vino a confirmar lo que ya era una línea de acción y pensamiento. Llegó a confesarme que nunca antes se había sentido tan solicitado y por tan diversos sectores y personalidades. Yo lo sentía reivindicado por la historia. Su confrontación con Chávez quedará como una lección de política de nivel.
Sirva, pues, el rescate de este texto para contribuir a la historia de TalCual. Y rendir tributo a un hombre honesto y consecuente consigo mismo, con las ideas, con la vida, con la amistad, con la verdad.
Esto también es un negocio
No llegamos solamente con una idea. En tres meses apenas, conseguimos los accionistas para la editorial y la plata para arrancar; una asesoría financiera de primera, un equipo de comercialización como pocos y un cuerpo de redactores y diseñadores que asumió riesgos y retos. Por eso en TalCual van bien los números.
Cuando salimos en 1993 con las tablas en la cabeza del semanario económico El Capital, Víctor Gill Ramírez, dueño entonces del Banco Internacional y máximo accionista, me dijo: «Puede estar seguro de algo, le queda la experiencia, el aprendizaje de cómo montar un negocio y sacarlo adelante».
Gill tuvo razón. Se aprende más con un golpe, con un fracaso, que con muchos éxitos. Así que cuando Teodoro Petkoff nos propuso montar un periódico, vino el reto de convencer, de crear confianza en los inversionistas y potenciales socios, en los proveedores, en los anunciantes y cubrir, por supuesto, las expectativas de los lectores. Pero había que generar confianza también en el equipo de periodistas y trabajadores dispuestos, en algunos casos, a abandonar sus trabajos, su estabilidad, para montarse en una nueva aventura, porque hay que estar claro:así es como aprecia la mayoría todo proyecto que comienza.
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Debo partir del antecedente de que cuando Petkoff llegó a ser ministro de Caldera, lo hizo en medio del peor escenario. Le era cuesta arriba generar buenas expectativas en los factores económicos locales e internacionales a alguien que solo había sido guerrillero, político, parlamentario de verbo encendido y candidato a la Presidencia de la República y a la Alcaldía de Caracas con la esperanza de no morirse sin haber arreglado aunque fuese una alcantarilla, tal como lo dijo en su campaña electoral.
Petkoff no solo resultó ser buen ministro sino el mejor ministro, el que soportó los últimos tres años del gobierno de Caldera. Su evaluación satisfactoria, su imagen de eficiencia y buen vocero le valieron que, sin dudarlo, Miguel Ángel Capriles López le ofreciera la dirección de El Mundo.
Debo confesar que la evaluación y el diagnóstico de los problemas operativos del viejo vespertino la hicimos Petkoff y yo en una sola mañana. Nos bastó asistir a una sesión de trabajo para ubicar los cuellos de botella, los puntos conflictivos y los aspectos operativos que limitaban el papel informativo, editorial y la autoestima del equipo. Fue posteriormente que la empresa, y con mucha razón, diseñó un plan de reforma editorial bajo la supervisión de asesores españoles.
Bueno, lo cierto es que si Petkoff demostró en el MAS que existía el teodorismo (todavía existe) —y luego, en el gobierno de Caldera, un estilo propio de ser ministro—, como periodista también fue todo un descubrimiento editorial; pero, además, como gerente de un equipo, delegando, confiando, estimulando y liderando a todo un cuerpo de redactores que casi siempre le advirtió: Teodoro, el modelo se va a agotar; Teodoro, esto no es noticia. Al fin, los resultados de circulación, facturación e impacto en la opinión pública le dieron la razón y hoy el reto de TalCual también lo confirma.
En el año nuevo de 2000 arrancó el plan. No era secreto. Estábamos montando algo. Es verdad, el momento político, la oposición a Chávez, el perfil de Petkoff y su huella en El Mundo, eran importantes, pero no bastaban. Y es que no se trataba de hacer un periódico para combatir al Gobierno, como fue la creencia de muchos que se acercaron para participar como financistas. Desde un primer momento, Petkoff les advirtió que no se equivocaran y que él no participaba (todavía hay quienes lo siguen considerando así) en la idea de que a Chávez había que tumbarlo como sea. No, el proyecto era el de un periódico, pero que tuviera vigencia, que permaneciera, que garantizara estabilidad, una línea informativa y editorial con credibilidad y que, sobre muchas cosas, también fuera un negocio. Tanto es así que cuando a Petkoff se le consultó para que aceptara la candidatura presidencial se negó, pensando en las consecuencias para el periódico. Y cuando Francisco Arias Cárdenas le propuso que aceptara encabezar las planchas por Caracas también se excusó, pensando en el periódico.
Y cuando le propusieron que colocara el periódico al servicio de la candidatura de Arias Cárdenas no pudo ocultar su inclinación, pero aceptó de buena manera y corrigió cuando yo, Javier Conde, Roger Santodomingo o Laura Weffer (siempre alerta) le reclamábamos que se notaba la costura. El negocio es el negocio.
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De modo que el negocio arrancó con un peso pesado que se movió como un peso pluma buscando aliados. Rechazamos ofertas de semanarios y periódicos con marca de fábrica y uno de los grandes rotativos, que en algún momento pensó otra vez en Petkoff como director, sacó sus cuentas políticas y económicas y descartó al final la idea.
Pero, en enero de 2000, llegaron también los primeros que le decían a Petkoff: monta un periódico, yo voy contigo, aquí hay diez millones. Y lo que en principio fue iniciativa solidaria, luego se transformó en una avalancha de socios, en mensajes, cifrados algunos, de anunciantes manifestando que comprarían de una vez su pauta publicitaria y de otros que decían, en cambio, que esperarían a que el periódico estuviese en la calle.
Alguno de los comprometidos después corrió porque hubo alguien muy cercano al Gobierno y a Luis Miquilena que lo amenazó si se le ocurría apoyar el proyecto. Por ello, tanto a socios como a anunciantes, a trabajadores, a periodistas, etc., había que presentarse con un plan serio, de empresa de riesgo, pero bien diseñada. Aquel equipo (Petkoff, Oswaldo Barreto, Santodomingo, Iride Flores, Mercedes Guzmán, Eduardo Orozco, Atilio Romero y yo) que se reunía en casa de Petkoff —o en una oficina prestada por Cristóbal Palacios— fue afinando ideas. Y así se cumplieron los pasos siguientes:
1.-Convencer con una buena banca de inversión
Aparecieron Manuel Puyana, Alejandro Castillo y Gustavo Galdo. Todo un lujo. Se trataba de los chicos de Arturo Sosa. Los tipos que montaron Finalven, involucrados en el negocio del Banco de Venezuela, en la venta de Fivenez, en la operación mediante la cual Nogueroles compró el Banco Caracas, y otras más. Cuando decíamos que Puyana, Castillo y compañía estaban echando números, a nuestro interlocutor no le quedaban dudas de que esto iba en serio.
Por mi parte, debo decir que lo que me enseñó Gill en la práctica, fue completado por Puyana y Castillo con lápiz y papel. Por supuesto, Puyana, Castillo y Galdo se hicieron socios, y de ellos también vino el aporte tecnológico con la asesoría de otro experto en montar periódicos en Venezuela: Víctor Suárez. De allí también nació el reto de que no podía salir el periódico sin página web y así también involucraron a Infotech, que en una semana hizo el milagro.
2.-Convencer con un buen bufete de abogados
Y ahí estaba el bufete de Alfredo García Deffendini para blindar la operación, para cubrir detalles. Recuerdo a Juan Antonio Golia Amodio, circunspecto, ofreciendo sus consejos de experto al clan Puyana, Castillo, Flores, Petkoff y Zapata.
3.-Convencer con un buen equipo de comercialización. Y esto no es cuento
Los resultados así lo han demostrado. Que TalCual haya sumado en una preventa, apenas con siete meses de circulación, un millón de dólares, es más que un triunfo. El equipo de Mercedes Guzmán ha sido incansable desde el comienzo. Guzmán, por ejemplo, obtuvo el primer lugar como mejor documento de preventa. Toda una sorpresa, o un batacazo, no sé.
Pero lo cierto es que lo que se viene en TalCual en cuanto a nuevos productos, es toda una estrategia bien pensada, bien diseñada, que convenció a propios y extraños. Claro, como toda empresa que se precie, TalCual tiene facturas en la calle, y en eso andamos, cobrando. Pero es más que probable que TalCual alcance este mismo año su punto de equilibrio. ¿Qué tal?, como dice aquí en estas páginas Marianella Salazar.
4.-Convencer con un buen equipo de periodistas
Y aquí hay que hacer un reconocimiento general. No ha sido cualquier cosa mantener el espíritu, sacrificar tiempo, comodidades, diversiones. Porque es que la dinámica del vespertino es más complicada que la del matutino, y más para un vespertino como TalCual, con recursos limitados, sin posibilidades de montar dobles y triples guardias, dobles jornadas, etc. Aquí ha habido todo un empeño que se manifiesta inclusive en redactores dispuestos a sacrificar prestaciones y hacerse socios del periódico. ¿Qué más se puede esperar?
Gente joven en cargos de dirección, asumiendo riesgos y retos, porque al momento de aceptar el trabajo, con todo el antecedente del conflicto que ocasionó la salida de El Mundo, el periodista asumía también un riesgo profesional.
5.-Convencer con un socio de primera línea
Eran los tiempos de la última crisis de El Diario de Caracas. Llegó el pitazo de por qué no encargarse de su dirección. En conjunto desechamos la idea. Era imposible su rescate. Lo mejor fue que su máximo accionista, Hans Neumann, estaba dispuesto a voltear la propuesta y hacerse socio del nuevo proyecto de Petkoff, sin importarle que ello implicara cerrar El Diario de Caracas, cuya circulación había caído al mínimo. ¿Ser socios de Neumann? La respuesta fue directa: si eso es así, tenemos periódico. Hurra.
Lo mejor fue lo que dijo Neumann: Si concretamos esto, yo no soy presionable, Petkoff. Lo único que me pueden quitar es mi silla de ruedas.
Eso era lo que queríamos escuchar, un socio que asumiera riesgos, no solo económicos sino también editoriales. Y aquí voy a hacer una confidencia: Neumann quiso controlar la mayoría del periódico, pero no hizo punto de honor en ello porque le agradó el gesto cuando dije en su casa: La editorial La Mosca Analfabeta de Petkoff puede poseer el 50%. Para Neumann, un hombre de negocios por todos los costados, una frase de esta naturaleza significaba mucho, pues tenía allí, frente a él, a unos socios también dispuestos a correr sus propios riesgos económicos.
No se trataba solamente de aquellos que llevan una idea y que los demás pongan la plata. No fue este el caso. Y así, Neumann y Petkoff se han hecho socios y grandes amigos.
Petkoff y 90 socios más –entre quienes me cuento– conformamos La Mosca Analfabeta y Neumann se representa a sí mismo. La Directiva de la Mosca es paritaria y Neumann mismo propuso que el director del periódico fuese designado y/o destituido solo por 4/5 de ella.
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6.-Convencer con la rapidez
Creo no equivocarme, pero TalCual se montó en tiempo récord. Y ese fue mi empeño: nada de períodos de prueba, lo necesario y lo básico para probar el sistema y, mientras esto ocurría, íbamos armando el cuerpo de redactores, comercialización trabajaba, se negociaba con El Nacional la circulación y se convencía a los distribuidores del horario de la tarde que TalCual iba a ser una nueva fuente de ingresos y, por tanto, debían apoyarnos.
Aquí hay que hacerle un reconocimiento al trabajo de Alejandro Rivera, jefe de circulación de El Nacional, quien montó reuniones con los distribuidores, incluyendo cerveza y parrilla, y Petkoff, como en buenos tiempos, repartiendo abrazos y sonrisas. Aquí también hay que reconocer que Miguel Henrique Otero olvidó su vieja discusión con Petkoff y aceptó respaldarnos, así que hasta para esto sirvió TalCual, para la reconciliación.
En medio de todo, Puyana echaba números, Neumann colocaba su parte, se acondicionaban las viejas instalaciones de El Diario, se montaba la web, se preparaba el diseño, nos poníamos de acuerdo en lo mínimo del estilo y del perfil periodístico, se hacían reuniones con anunciantes, se preparaba la campaña de lanzamiento, se editaban los tres únicos números cero.
Edmundo Bracho diseñaba el suplemento de los fines de semana, Petkoff buscaba columnistas midiendo cada costo, se trabajaba entre escombros y sudábamos la gota gorda porque ya estábamos montados en el burro (expresión de Petkoff) y entonces comenzaba lo bueno.
Bien, muchos detalles han quedado sin escribir. De cómo escogimos el nombre, de cómo Petkoff andaba con la lista de posibles nombres y de cómo TalCual fue propuesto por él. Tuvimos que votar para escoger entre Claro y raspao (que se convirtió en el lema), Por la Calle del Medio y TalCual.
Luego, llegaron Eduardo Orozco y Atilio Romero con el logotipo en rojo y negro. Así nos terminamos de convencer. Falta contar cómo estuvimos a punto de funcionar en las instalaciones de The Daily Journal o en un galpón del centro de Caracas; de cómo nos sabotearon en algunos sitios, de cómo nos apoyaron los canales de TV para el lanzamiento y de cómo se diseñó la campaña publicitaria. A un año de todo esto, el esfuerzo apenas comienza y ahora es cuando en verdad el negocio empieza. Por los momentos, podemos hablar de un logro: nació el Grupo Petkoff y Teodoro es empresario. Sorpresas te da la vida.
No ha sido cualquier cosa mantener el espíritu, sacrificar tiempo, comodidades, diversiones. Porque es que la dinámica del vespertino es más complicada que la del matutino, y más para un vespertino como TalCual ,con recursos limitados, sin posibilidades de montar dobles y triples guardias, dobles jornadas, etc.
Juan Carlos Zapata es periodista y escritor. Fundador del semanario El Capital; excoordinador de Economía Hoy; exjefe de Redacción de El Mundo. Fundador de TalCual. Fue editor-jefe de Descifrado y de Patagon.com en Venezuela, de Konzapata.com. Es autor de varios libros, entre ellos Los midas del valle, Los ricos bobos, Las intrigas del poder y Plomo más plomo es guerra.
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