El WhatsApp nos vuelve locos, por Laureano Márquez
Twitter @laureanomar
El WhatsApp es, sin duda, una aplicación que facilita las comunicaciones. En tiempos de globalización, que puedas comunicarte con alguien en cualquier lugar del planeta, a bajo costo, es una gran ventaja. Antiguamente, las llamadas internacionales eran una complicación: había que pedirlas a una operadora y pagar un alto precio por ellas, corriendo el riesgo de que la persona con la querías comunicarte estuviese ausente y tú perdieras el dinero conversando con otra, a la que el azar puso a responder la llamada.
Dejabas un mensaje, sin la certeza de que fuese recibido por el destinatario por distracción u olvido del intermediario. Para ver la imagen de una persona había que mandar por correo (postal) las fotografías o en el caso de videos, películas super ocho que requerían de filmadora y proyector.
Ahora todo eso ha cambiado. La personalización de las comunicaciones ha hecho que den un giro desquiciante. Antes por poco y ahora por mucho. Las posibilidades infinitas de comunicación que ofrece el WhatsApp nos están volviendo locos a todos. Enumero algunas de las perturbadoras consecuencias de la citada aplicación:
- El WhatsApp ya no es solo una comunicación personal, sino grupal. Muchas veces serás añadido en grupos de los que luego te dará vergüenza salirte porque tienes miedo de que lo consideren un desaire los restantes integrantes. Entonces, empiezas a formar parte de centenares de grupos que se superponen confundiéndote. Con frecuencia manda uno un mensaje por equivocación al grupo que no era, lo que genera no pocas situaciones de conflicto y enredo. En lo personal, a mí me da tanta vergüenza abandonar un grupo, que hay algunos en los que me han dejado solito como administrador y aun así me da vaina conmigo mismo salirme y de vez en cuando me escribo y me respondo.
- En los grupos se pierde con facilidad la amabilidad, la cortesía y el sentido común. Se dicen cosas que no se dirían nunca cara a cara. Esto también produce discusiones interminables. Muchas veces, uno tiene que rastrear el origen del primer insulto, para entender luego la extensa sucesión de agresiones. Hay que hacer un esquema mental de quien ofendió a quien para saber uno qué partido toma en la contienda. En una oportunidad, rebatiendo unos argumentos descalificando al autor, me di cuenta de que eran míos de una conversación anterior. Ni que hablar de las noticias falsas, cadenas repetitivas o videos impublicables.
- Los mensajes de texto se prestan a confusión por múltiples razones. El corrector muchas veces escribe lo que él cree conveniente y uno manda sin revisar. Se han visto casos de matrimonios rotos, familias enemistadas, instituciones disueltas y millonarios arruinados.
- Pero, además, los mensajes de texto no vienen solos, vienen acompañados de algo que se denomina emoticonos (de la unión de emoción con icono) y de emojis (dibujo en japonés). Emojis y emoticonos no son los mismo. Este último está formado por signos de puntuación, mientras que el primero enumera una variedad de ideogramas, pictogramas, logogramas y todo tipo de gramas. Así que en términos de comunicación hemos vuelto a los jeroglíficos de los tiempos de Ramsés II. En estos días una amiga me envió una imagen de una llama peruana y yo le pregunté: «¿Qué? ¿De viaje por Perú?» y ella me respondió: «¡No chico, llama, que llames!».
- Otra «facilidad» que nos brinda el WhatsApp es la posibilidad de enviar mensajes de voz, cuando no quieres escribir textos tan largos. Las ventajas de los mensajes de voz es que no tienen errores ortográficos, pero la desventaja es que tienden a alargarse y no estamos para estar perdiendo tiempo escuchando a los demás. Entonces, la aplicación introdujo un acelerador de partículas sonoras mediante el cual puedes escuchar el mensaje de voz a una velocidad que lo hace incomprensible y entonces el receptor responde con otro mensaje de voz, que, a su vez, el destinatario acelera. Al final nadie sabe lo que dijo el otro.
- Por último, el tema de las imágenes. Con mucha frecuencia se da el hecho de que son enviadas por error al receptor más inadecuado. Si tratas de hacer una video llamada seguro se te cortará, pero si la haces por error, no habrá manera de cortarla y seguro estarás en el baño y tratando de proteger tu intimidad instintivamente, voltearás el teléfono hacia el espejo y ten la certeza de que será mucho peor.
Quisiera continuar con este listado de los desvaríos que produce el WhatsApp. Pero mientras escribía este texto han entrado no menos de 600 mensajes que requieren mi atención durante los próximos dos días sin comer ni dormir.
Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.