Elecciones en la UCV, por Pablo M. Peñaranda Hernández

Twitter: @ppenarandah
“A veces en la vida haces elecciones y a veces esas
elecciones te hacen a ti”.
Gustavo Bueno.
Toda elección es una demostración de libertad y en ella su esencia es el voto, el cual es un ejercicio que imbrica con sorpresiva unidad los deberes y derechos de cualquier ciudadano, independiente de sus condiciones físicas o intelectuales. Es muy frecuente que la pasión, fuerza inagotable de los sentimientos, aparezca en estos escenarios, dando en algunas circunstancias, sus pinceladas para mover montañas o abrir los mares.
*Lea también: Florencia, por Pablo M. Peñaranda H.
Lo cierto es, que cuando este mecanismo se instrumentaliza en la universidad, reviste un carácter de importancia especial en tanto que el sufragio se ejerce en un ambiente cobijado por la razón o donde el albedrío responde a una mayor libertad.
Por eso nos entusiasman esos procesos, los seguimos paso a paso y los sentimos tan cerca de nosotros mismos.
Aunque en esta elección están presentes algunos candidatos impuestos por el gobierno, cuyos discursos rayan en la desfachatez patológica en tanto que actúan como si la crisis de las universidades y la destrucción del salario de los profesores no obedecieran a claras políticas del gobierno madurista.
También están presentes los clásicos sujetos espontáneos, para los cuales, es una ventaja no vivir bajo los cánones de la cultura japonesa y, por lo tanto, al obtener unos escasos votos en esos procesos, no están obligados a responder ante esa desvergüenza comicial con medidas extremas, sino que dejan a la chercha tropical sus actuaciones y en algunos casos no es extraño que repitan el sainete en otras elecciones.
Siempre me ha sorprendido esa lucidez escondida en profesores de cierta valía y con sólidas publicaciones, los cuales se mantienen al margen de estas contiendas o en todo caso, miran con cierta distancia los cargos más importantes de la burocracia universitaria.
En mi caso, el mundo universitario le da sentido a la vida y por eso puedo acompañar las palabras de la Dra. Gioconda Cunto de San Blas pronunciadas en una entrevista con motivo del Premio Alma Mater que le fue conferido recientemente. Esta brillante investigadora dijo: En la universidad había aprendido a ser ciudadana.
Si tomamos esta frase con empeño, estamos comprometidos como ciudadanos, en participar en todo aquello que permita exaltar la calidad y la trascendencia de los programas de enseñanzas y en la formación de unos estudiantes para que sean útiles al país y forjadores de un destino de bienestar para la nación.
Distintas reflexiones se han hecho en este proceso electoral, el cual se realiza después de catorce años sin el ejercicio del voto, creo que en todas las universidades. En esas reflexiones existe el convencimiento de que tal evento, será un ejemplo moralizante tanto para el resto de las universidades como para la sociedad civil en su conjunto.
En un momento de vida profesoral me comprometí de pie a cabeza, con unas candidaturas para un equipo rectoral.
Allí ejercí lo que algunos llaman la jefatura de campaña o en todo caso me ocupé de la coordinación de los distintos eventos en los cuales tenía que participar la cuarteta, pero en particular el candidato a Rector.
Siempre me fue de una gran utilidad hacer el resumen de las reuniones y de los eventos en una libreta. Esa libreta siempre la llevaba conmigo y en algunos casos, era la manifestación de mi presencia. Algunas veces se oía decir: Peñaranda llegó ya, porque allí está su libreta.
Nuestro candidato ganó la elección a rector, cerrando con esos comicios una larga carrera docente. Él había sido maestro de primaria, profesor, representante profesoral, Decano, Vicerrector Administrativo y ahora Rector.
El cuento es que no habían transcurrido las 48 horas del triunfo, cuando el Rector electo, en una caminata hacia la Biblioteca Central donde un profesor amigo presentaba su libro y en cuyo acto tanto él como yo teníamos que pronunciar unas palabras sobre el autor, me informó que yo sería su coordinador en el Rectorado.
Finalizado el acto, y camino a nuestros carros, el nuevo Rector de larga experiencia en los comicios universitarios, comenzó por decirme que muy poco sería lo que podría ayudarme la libreta donde él observaba que yo anotaba con meticulosidad la reseña de los eventos, porque una cosa son las elecciones y sus vericuetos y otra es el ejercicio del cargo y sus distintos vaivenes. En tono de sorna me conminó a abrir una nueva libreta con la advertencia de separar una sección para anotar las situaciones asombrosas.
Lo cierto es que mantuvimos, mientras asumían los cargos las nuevas autoridades, largas conversaciones sobre las tareas inmediatas, y yo por mi parte en una que otra noche me ocupé de releer las notas de la libreta para sacar de ella algún compromiso o tarea para cumplir en aquel mar de pedimentos y rogatorios.
Recuerdo que a mí me produjo una conmoción emotiva el que un niño de la comunidad vecinal del Jardín Botánico se había ahogado en uno de los grandes tanques que surten de agua a la Universidad y dado que sus compañeritos aterrados ocultaron el suceso, el cadáver permaneció un par de días en el tanque.
Por tal motivo conversé con el que sería nuestro Director de Deportes, para que organizara con esa comunidad alguna visita guiada a las piscinas y de igual manera le insistí a algunos directores con los cuales tenía mayor fraternidad, sobre la posibilidad de ampliar los vínculos con la comunidad de la Parroquia San Pedro. Y desde el primer momento puse el empeño en contribuir a elaborar una ruta para una evaluación de la Universidad sin la cual es imposible andar por los caminos más convenientes.
Verdaderamente la famosa libreta contó poco en aquellos dos años en que ejercí el cargo como Coordinador del Rectorado, y la vorágine de su ejercicio no me permitió abrir una bitácora que hoy día me regalaría unas cuantas historias.
Lo que si es cierto, es que he presenciado con horror como impulsados por la complicidad y la desidia gubernamental, han desmantelado e incendiado la Universidad de Oriente y frente a esa barbarie no han existido dolientes. Ni sus egresados ni la comunidad les han presentado cara a los culpables de la destrucción de uno de sus instrumentos más preciados para la libertad, los derechos ciudadanos y el bienestar para la población en esa región del país
Hoy más que nunca, frente a ese panorama, se hace necesario un liderazgo lúcido, y un programa de acción que transforme y revitalice las fuerzas y capacidades de la Universidad Central de Venezuela para que se convierta en un faro indispensable en la reconstrucción nacional.
Algo de eso esperamos que surja de estos comicios electorales.
Esto era lo que quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en psicología y profesor titular de la UCV.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo